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viernes, 25 de junio de 2010

Monoambiente





Tengo una mini casita de 36 metros cuadrados.

Cualquiera lo llamaría monoambiente, menos yo.
Para mí, esos pocos metros y ese balcón angosto, simbolizan mucho más de lo que el espacio aparenta. Representan mi lugar. Un envase para la soledad y los ratos de nostalgia. Un taller donde desparramar pinturas de colores y enchastrar lienzos con más voluntad que talento. Un rincón donde ser y sentir.


Es díficil aceptar la grandeza de lo simple. ¿Quién podría haber pronosticado que en una baldosa uno puede ser feliz, o al menos intentarlo?
Hoy mi alegría cabe en el puño de una mano, en los cuatro cajones de mi cómoda recién restaurada, en la alacena improvisada con listones y esmaltes.
Diseñé un collage sobre mi viejo ánimo deteriorado. Bordé canutillos y lentejuelas sobre el ruedo de mis talones cansados. Recorté las partes deshilachadas de mis ilusiones y planté las semillas de un nuevo rumbo en canteros de terracota.

Todo parece nuevo, igual que el amanecer.
Todo tiene olor a estreno, igual que mi optimismo.
Lo único rancio del ambiente es tu recuerdo, y esas pocas ganas que tengo de agradecerte el silencio y el olvido.


Logré adaptarme a mi nueva casa y a los sonidos que trae la noche.
Me habitué al barrio y al contrafrente de sus terrazas.
Me hice inmune a los gritos de la vecina del sexto y al ladrido del perro que pasea por el baldío.
Acepté el riesgo de empezar de nuevo sin ser primero de enero.

Así ando... monoambientándome a mi nueva vida.




Perdón por la ausencia y ¡gracias por todos los mails!