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sábado, 26 de febrero de 2011

Memorándum interno


Memorándum: Cosa que debe ser recordada.


Podría optar por envasar el recuerdo de los malos tiempos, por anudar una cinta roja en la memoria y hacer un moño ajustado que me obligue a repasar el pasado una y otra vez. Regodearme en el malestar por costumbre y ceñirme a la idea, ya vencida, de una vida que promete pero nunca cumple.


Pero esa vida, la misma que supo colocarme contra la pared con su puño oprimiéndome la garganta, hoy me deja respirar un aire renovado, con aroma a café y pan recién horneado.
Y es por eso que decido enviarme un memorándum. Una nota escrita con marcadores de colores indelebles y brillantes. Un justo recordatorio para estos buenos tiempos.

Desde el primer minuto de este 2011 tuve la sensación de estar abrazando doce meses de felicidad, de un bienestar que aún no había consumido pero que, sin embargo, podía saborear.
No fue por videncia ni por premonición. Fue por pura convicción y determinación.

Uno elige a cada segundo.
Tuerce el rumbo de las velas en busca de buen puerto o echa el ancla donde puede con tal de no naufragar.
Camina por instinto o siguiendo las coordenadas.
Resiste o existe.


La primera ficha del dominó que se movió fue la interna. La que promovió el cambio, la que se cansó de esperar de brazos cruzados que la alquimia se ocupara de convertir la derrota en los laureles de la gloria.
Decidí aceptar las trabas que me imponía la vida como una enorme advertencia: "no es por acá".
Procuré salir de un trabajo que no era ni beneficioso ni placentero, y terminé en el lugar al que siento que pertenezco. Un empleo en el que no me pesa la llegada del lunes y que agradezco tener.
Esa fue la segunda ficha.
La tercera, fue la grata noticia que me dio Samsung y por lo que les agradezco a ustedes el haberme votado. La notebook se quedó en casa para que pueda seguir escribiendo desde la comodidad de mi cama o desde cualquier bar.

No sé cuál será la ficha que sigue, la que empuje al resto para que el efecto dominó se perpetúe en el tiempo.

Tengo más proyectos que tiempo libre.
Más energía que la que puede albergar mi cuerpo.

A veces se me escapa alguna queja humana. El estrés que me provoca el tráfico, el cansancio, las pocas horas de sueño, el calor de la calle, el zapato que aprieta, la lluvia que moja.

Por eso el memorándum.
Una notita escrita al paso para recordar las explosiones de felicidad.
Para no ser injusta con la vida y ser agradecida.
Para no olvidar este momento.

Pucha que estoy feliz.









sábado, 19 de febrero de 2011

Amor larga duración


Hay amores que no deberían terminar nunca.
Lamentablemente, la mayoría escapa a esta frase.

La infinitud es atributo del mar y de los vientos, no de los humanos.
Tan efímero es nuestro paso por estos pagos como muchas veces lo son nuestras relaciones. La eternidad de una promesa puede caducar en la siguiente primavera, sin formulario de reclamo ni compañía de seguros que nos indemnice ante la pérdida.
Pactos implícitos que pueden deshacerse sin consentimiento de una de las partes y hasta amores encuadrados en el marco de la ley que pueden disolverse con la intervención de un abogado.

Un amor larga duración suena más sensato que uno eterno.
Que se prolongue hasta que se sulfaten las pilas o lo erosione la rutina.
Que se sostenga mientras dos pares de manos lo sujeten con la misma fuerza.
Que se escriba hasta que los autores decidan poner punto y aparte.


Ya saben que tengo un amor y, como todos, puede llegar a terminarse.
Para que perdure, los necesito a ustedes.

Hace tres meses, la gente de Samsung me dio la posibilidad de testear el funcionamiento de la nueva notebook SF410.
Más allá de haberme enamorado por completo, y de no querer que haga abandono de hogar, hay una cosa que me preocupa aún más.
¿Cómo hago para que me devuelva todo lo que guarda?
En estos tres meses, ella se ocupó de almacenar cada página de mi libro, cada foto que saqué, cada letra que confesé sobre un word en blanco. Programas, música, planillas, presentaciones que uso en mi nuevo trabajo, películas y un montón de etcéteras.

La única forma que tengo de conservarla es que ustedes me voten.
Estos son los pasos para que puedan colaborar para que la Samsung SF410 se quede conmigo antes de la medianoche del lunes:

1- Registrarse acá.
2- Chequear el mail de registración que les llegue a su casilla.
3- Ingresar a "Votá quién querés que se quede con la notebook"
4- Tildar la opción de mi post " Me enamoré"

Aclaración: Sólo pueden votar los que tengan domicilio en Argentina.

Si me dan una mano, el martes podré gritar a los cuatro vientos que arranqué el año ganando y confirmar que, si bien el amor por lo general se termina, con una cuota de suerte hay algunos que pueden durar mucho más que un rato.


¡Gracias de antemano!

domingo, 13 de febrero de 2011

¡Flechame!


Hoy se festeja el día del soltero.
Como para ganarle la pulseada a Cupido, los que andamos sin compañía quisimos anticiparnos a la celebración de San Valentín y priorizarnos al menos en el calendario.
Y digo "al menos", porque no logramos imponernos en cuestiones de marketing. Hay tarjetas cursis y emotivas en las librerías, hay promociones de cenas con violines o escapadas a lugares ultra romanticones, bombones en forma de corazones y ramos de flores dispuestos en llamativos envoltorios rojos. Pero no hay descuentos en packs de champagne con una sola copa como para brindar por andar suelto, ni carteles en la vía pública que nos feliciten por no tener pareja.
Es difícil pensar que una imprenta pueda invertir en diseñar tarjetas para autoregalarse que digan algo así como " Con amor para mí, de yo misma".

Definitivamente, el amor está sobrevaluado.
O mal entendido.
O mal aplicado.

Cinco años atrás, si alguien me hubiera pedido una definición del amor, hubiera respondido con alguna frase melosa, bastante lacrimógena y que me remontara a los cuentos de hadas de finales felices.

Mi concepción del amor sufrió grandes mutaciones y alguna que otra amputación.
Recorté las enormes expectativas que colgaban de cada encuentro con un posible consorte. Me atreví a verlos como probables lacayos, sin que mi mente les añadiera atributos por el mero hecho de querer soñar.
Entendí que no hay sapos ni príncipes. Que lo que en realidad existe es una innumerable variedad de hombres que hacen lo posible por estar a la altura de las circunstancias. Algunos lo logran, otros no.

Me volvi realista.

Tomar contacto con la realidad puede ser todo un hallazgo que te obligue golpearte la cabeza con el puño y preguntarte: ¿por qué no me di cuenta antes?
Claras señales que pasé por alto y que derivaron en una desilusión.
Mensajes que no quise descifrar porque era menos arriesgado sostener que soltar, y volver a estar sola. Como si la soledad fuera un monstruo maloliente con ganas de acecharme en cada esquina y me conviertiera en un avioncito de papel sin rumbo, vulnerable y frágil.

Hoy creo en un amor que proporcione cerebro y corazón.
Que no se lance al vacío sin red. Que no enarbole la bandera "del amor todo lo puede". Que no proyecte con un otro lo que el otro ni siquiera se detuvo a pensar.
Tomo las promesas de eternidad como una declaración del momento, con altas probabilidades de que duren mucho menos que lo que proponen.
Descreo del amor a primera vista porque es imposible conocer al alguien al primer pestañeo.

Desarrollé el olfato y el séptimo sentido, y puedo arriesgar (con altas probabilidades de acierto), el futuro de una incipiente relación de la gente que me rodea.
No soy pitonisa, pero me volví sensata, y eso me da la posibilidad de ver los errores que mil veces cometí en mi propia vida amorosa ...pero en el amor ajeno.
Para disgusto de algunas amigas, soy la que debería decir: "Yo te avisé", pero prefiere callarse y dejar que a ellas les llegue el tiempo de aceptar la soltería y la saludable soledad, y el aprendizaje que viene por añadidura.


Las cuestiones del amor son simples y complejas al mismo tiempo. De igual manera que pueden serlo las partes componentes de la relación.

Simple es el hecho de mirar lo que está sobre la mesa. No hay demasiada vuelta que darle a un vínculo en la que una es la parte activa que tira del carro y el otro sólo se deja llevar. No hay fórmula secreta por descifrar cuando el silencio se adueña de los espacios en que deberían brotar las palabras. Ni demasiado que conjeturar ante aquél que pide un tiempo como si el romance se tratara de un partido de basquet o se pudiera pausar y dar play a su antojo.

Complejo es encontrar aquél que no emita señales que nos inviten a irnos antes que se produzca el sismo. Aquél que encastre como la última pieza del rompecabezas. El que tenga ganas y no miedo, el que comparta la idea de que el amor es un divino complemento y no una habitación sin ventanas condenada a asfixiarnos.



Hoy festejo el día de los que están solos y felices. De los que no consumen pañuelitos descartables al por mayor, ni se desgarran el alma escuchando a Sabina. De aquellos que no están pendientes de un llamado, ni postergan su vida a la espera de que un fulano o fulana regrese al umbral pidiendo perdón.


Creo entonces en la flecha de Cupido que, con suerte, nos atraviese a los dos al únisono y nos permita aportar algo nuevo y bueno a nuestras vidas.
Y en el mientras tanto, me permito tamizar lo probable de lo imposible y estar cada día más convencida de que el sufrimiento no tiene nada que ver con el amor.

¡Flechame!, pero sólo si estás dispuesto a que nos hagamos bien.