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miércoles, 25 de enero de 2012

Piedra, papel o tijera.




Suerte que te vi.
Que tu parpadeo me agarrara desprevenida y tu presencia me recorriera la espalda.
Suerte que te acercaras y me hicieras temblar las rodillas y las dudas, que preguntaras mi nombre y no lo olvidaras.
Suerte que del cielo colgaba una luna redonda y plateada.

Me despabilé.
Me despabilaste.
Después de largos meses de andar con el alma anestesiada y las expectativas secándose al sol, volví a recuperar las ganas de creer.
Ya no me provoca pereza el intento de despejar la soledad, ni el de sacudir la nostalgia con las dos manos.


Ya no hay más juego de la escondida, ni tiempo para deshojar margaritas en el espacio que ocupa una baldosa.
Es la hora de ensayar el piedra, papel o tijera, y el desafío de intentar conquistarte desconociendo tu próximo movimiento. La intriga de la espera. El arte de conservar tu recuerdo intacto, intentando que no se evapore hasta que te vuelva a ver.

Piedra, papel o tijera con las horas de ansiedad e incertidumbre, con la sensación de sentir nuevamente la cobardía del principiante.
Con la torpeza adolescente que me hace hilvanar frases para regalarte cuando te encuentre y que, seguramente, se convertirán en una improvisación del momento y un balbuceo de mejillas sonrojadas.

Piedra, papel o tijera conmigo, y con la noticia de sentirme enamorada a primera y a última vista.

Es probable que exagere en intensidades y disminuya en la perspectiva, pero lo cierto es que hoy me animo a atravesar el horizonte en pantuflas y sin maquillaje.
Me arriesgo a desenfundar la espada y a dar batalla hasta obtener un resultado concreto y real, a pesar de las heridas que pueda causarme el filo de una indiferencia insospechada.
Me decido a amanecer con arrebato, a sonreirle a todos los espejos, a doblar las servilletas en forma de barquito. A contar mariposas en lugar de ovejas, a crear castillos de arena sin arena.

Me propongo enamorarte.





(Suerte que te vi)