¡Qué día!
Después de mi encrucijada de ayer, de encontrarme detenida y a la vez buscando una salida en medio del laberinto...llegó mi sesión de terapia.
Algo saqué en limpio, y es que suelo ser racional en las pavadas e impulsiva en las cosas trascendentes. Por ende, salí de ahí dispuesta a continuar en mi trabajo pero sin dejar de buscar algunas tareas extras que me representen otro ingreso.
En relación a "Alguien", me quedó claro que este dilatar las cosas es producto de mi inseguridad. No porque me sienta insegura de mí, sino de las consecuencias. Traducido al castellano digamos que no sé lo que quiero.Por consiguiente, prefiero no enfrentarme a ninguna posibilidad que amenace la tendencia de mi presente.Claro, si yo estoy cómoda así... sin jugarme por nada, sin dejarme conmover por nada "real"...¿Y si algo me devuelve al mundo de un golpe? ¿ Si esa palabras escritas en un mail se transforman en una persona de carne y hueso que me encanta? Opaaa...¿Qué lugar ocuparía eso en mi corazón blindado a prueba de robo?
Así que me enojé conmigo, por querer algo que en realidad no quiero, y me dije: Loca, media pila, que si te quedás sentada escribiendo mails seguís alimentando la idea de un otro que no se vuelve corpóreo.Basta, punto, se acabó, ¿Escuchaste? Todo eso me dije y salí convencidísima de que la hora había llegado, y que si él seguía durmiendo en los laureles, yo lo iba a despertar.
Así que recién, tomé coraje y le escribí por el chat.Para mi sorpresa, me saludó con un : Hola Blondesca, lo que automáticamente me aceleró los latidos por la idea persecutoria que tengo de que lee todo lo que escribo ( si estás leyendo te pido perdón, nunca quise decirte histérico, a veces soy muy impulsiva y me dejo llevar por la primera impresión).
El punto es que lo encontré en medio de una "crisis" laboral (¿seremos clones?), con proyectos dando vueltas en su cabeza, y un cansancio fulminante que lo dejó preguntarme por mis cosas y alcanzar a decir un" hablamos pronto, ¿eh?". Quince minutitos de chat, y algunas promesas de "ya te contaré cuando nos veamos". Me quedé con la invitación a medio decir, y unas ganas locas de agarrar el teléfono y decir: Tal día, tal lugar. Pero me contuve y ahora quién sabe cuándo volveré a tomar coraje...
Por otra parte, algunas cosas que pasaron hoy siguen confirmando mi teoría de la mesita de luz.
Ramiro fue cambiado de escritorio.Le tocó dos pisos más abajo, en una oficina chiquita y llena de desconocidos.Hoy subió a avisarme, y entre abrazos me dijo: No sabés cómo te extraño. No le dije que podía llegar a imaginármelo, porque no lo hubiera entendido, y tampoco quería tomarme semejante molestia.Tal vez podría haberle recordado la cantidad de días que yo necesité su presencia y que él no estuvo, pero a esta altura no valía la pena.
El segundo episodio se produjo cuando abrí el Facebook. Había una invitación pendiente y supuse que sería de alguna ex compañera del colegio, pero no. Cuando hice click descubrí que quien quería agregarme a sus amigos era nada más ni nada menos que Pablito.
Pablito fue mi novio de los 20.Nos habíamos conocido un verano, en Brasil, y por esa coincidencia del destino, ambos íbamos a empezar a cursar en la misma facultad.Así que ya que la vida nos unía, nosotros nos dejamos pegotear, y estuvimos juntos un año y medio.Un día descubrí un episodio raro, por comentarios oídos al pasar entre su grupo de amigos, y se instaló la sospecha de que me había sido infiel.
Lo dejé, haciendo uso de una fortaleza que tenía guardada en un bolsillo y un poco de rabia del momento.Durante un mes me mandó flores, me dejó cartas de amor en el parabrisas del auto, me siguió, me pidió tantas veces perdón, que finalmente accedí.
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, y esa no fue la excepción.La historia se terminó definitivamente cuando descubrí que el fantasma del engaño seguía presente.
Hoy, quince años después, descubro que Pablito se anotó en el día de ayer al Fecebook, y que yo soy su primer contacto.Supe que se había casado, y por la foto que muestra junto a su nick, sospecho que tuvo un hijo.Así y todo me rastrea, después de tanto tiempo, igual que Richard, igual que Norman, igual que Tincho, igual que todos.
Acá aparece mi teoría de la mesita de luz.
¿Cuántos guardamos en la mesa de luz esas cositas por las que sentimos afecto aunque nunca las miremos? Son pequeños objetos que tienen un valor y que nos gusta sentir que están cerca, aunque no tan a la vista como para exhibir en la mesa del living ni para llevar encima.Son recuerdos que alguna vez al abrir el cajón se caen y nos traen a la mente alguna imagen de un feliz pasado que ya no está.
Yo ocupo la mesita de luz de mis ex.
Soy una cosita que se ganó un lugar en el cajón, y que no pierde vigencia con el paso del tiempo, aunque sí pierda el protagonismo.
Entre lágrimas le mandé un mensaje.No sé todavía para qué ni por qué.
Las lágrimas no eran por él, eran por mí, por esta mierda de descubrir una y otra vez que soy alguien difícil de olvidar para mis ex, pero no lo suficientemente importante como para que en el momento de tenerme no me quieran perder.
O los hombres tienen un grave problema de inmadurez, que hace que sus fichas caigan demasiado tarde, o yo tengo el karma de haber nacido con forma de velador.