Desde el lunes que estoy en cama con lo que empezó siendo una gripe y terminó convirtiéndose en una espantosa bronquitis.
Esa situación, que en otras épocas hubiera significado una semana de reposo con el aparejado alquiler de varias películas que mataran el tiempo, se convirtió en una puerta hacia el espacio desconocido ( pero sí sospechado o intuido).
Me encontré de pronto ante la confirmación de los hechos que salieron a la luz todos juntos y se pavonearon frente a mis ojos pidiendo que les prestara debida atención:
1 - Estaba en negro y en consecuencia sin una obra social que me permitiera llamar a un médico para una visita domiciliaria. Así que tuve que vestirme y salir con fiebre en busca de un hospital público, no sólo para que me diagnostiquen sino para que me dieran un certificado médico... Imposible. Un cartel que colgaba junto al letrero de GUARDIA, advertía que no se entregaban certificados de esa índole sin excepción. Esto último escrito en negrita, lo que me hizo imaginar a otros tantos como yo implorándole al médico de turno para que escribiera, en un recetario auspiciado por un antireumático, la cantidad de días de reposo que correspondían según el cuadro, para no perder el trabajo...en el que también estarían en negro!
Así que me volví a mi casa, silbando bajito y tosiendo fuerte, a revolver toda internet en busca de algún médico particular que cobrara "poquito". Pero los médicos no cobran poquito, salvo unos que se anuncian en una página con un celular que no se sabe si son médicos o maestros pizzeros desocupados, a quienes se supone que uno debería permitir el acceso a su casa y a su cuerpito para ser revisada.
Finalmente, la empresa ofreció pagarme por un médico como la gente que "me recetara algo bien fuerte que me devolviera a la oficina al día siguiente" (textuales palabras de mijefequenopuedevivirsinmi).
2 - Durante los días de licencia por enfermedad se supone que uno debe dedicarse a guardar reposo para mejorarse. No fue mi caso. Lo único que guardé fueron los 37 mails que me mandó en su correspondiente carpeta. Cada mail indicaba al menos cinco tareas que, entre otras cosas, representaban llamados a celular desde la línea de mi casa (que él no paga), expresaban órdenes al estilo: Comunicate ya mismo con Mengano, o manifestaban una emergencia de índole: "¿dónde hay más sobres blancos?".
Lo más indignante fue una llamada matutina que se produjo en el día de hoy en la que me sentenciaba a la hoguera por olvidarme de incluir en su agenda que hoy había un gil que tocaba el bongó en Palermo (por así decir). Ante mi aclaración de que era el primer olvido que tenía en siete meses, me respondió con algo de lo que mi mente sólo registró un " falta de voluntad".
De más está aclararles que esas tres palabritas hicieron que la línea de mercurio del termómetro se reventara en el auricular del teléfono y que yo le vomitara a través del cable una docena de cosas que tenía anidadas en el esófago.
Para una empleada que atendió sus llamados en la mesa navideña, que hizo trabajo los domingos sin cobrar una hora extra, que cumplió rol de secretaria, mano derecha (e izquierda), diseñadora, contadora,organizadora de eventos, redactora, sirve café y pasa plumero, lo más doloroso es que alguien use el término: falta de voluntad.
3- Ante mi reclamo, acordó que respetaría mi horario y una serie de bla blás. Pero a las 21.30 hs un mail de tres carillas llegó a mi correo con trabajo para hacer (en mi licencia por enfermedad), lo que me obligó a refregar mis dos ojos al mismo tiempo para comprobar si lo que veía era producto de un repentino estrabismo.
Al llegar al final del mail remataba su texto con una advertencia de que no volviera a equivocarme y un saludo final que decía: Espero que te haya quedado claro.
Cuando le conté esta serie de episodios desafortunados a mamá Blonda me dijo:
- Tenés que entender que no sos Robin Hood. La gente no va a cambiar en la forma de tratar al prójimo porque vos vayas por la vida con el arco y la flecha impartiendo justicia. El mundo es así. Todo está al revés y no podés corregirlo.
De la sumatoria de 1, 2 y 3 , sólo me queda un triple cero ( y unas ganas así de grandes de cortarlo en rebanadas y freezarlo para hacer milanesas).
De la atinada comparación con Robin Hood sólo me queda reconocer que es cierta y que por eso disfruto cuando , cada tanto, me encuentro con gente que no me obliga a medir mi puntería con la flecha...
En consecuencia ( y añadido a otras circunstancias personales que no voy a enumerar hoy), siento que estoy de pie frente a la línea que divide este momento de saturación y queja, de un rotundo cambio.
Una metamorfosis que intentó completarse en el 2009 y que sin duda se dará este año.
Vuelvo a confirmar que la vida siempre se encarga de devolvernos al lugar del que no debíamos habernos apartado nunca. A veces no utiliza métodos tradicionales, otros lo hace de manera cruel y dejándonos con apenas un hilo de aliento para seguir caminando, pero siempre se ocupa de que retomemos el rumbo que nos conduce a la felicidad y a esa sensación de panza llena que se palpa cuando uno se atreve a correr el riesgo para alcanzar la meta.
Como esta versión clase B de Robin Hood ( que vengo a ser yo), se cansó de quejarse y de aguantar en proporciones iguales, está desenfundando la flecha y midiendo la distancia del próximo disparo.
Y espera dar en el blanco.