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domingo, 25 de julio de 2010

Mientras tanto



Las cosas pasan sin aviso. Todas las cosas.
La muerte, el amor, un encuentro, la lluvia.
No anticipan la llegada, sólo suceden y nos enfrentan a una nueva versión de nosotros mismos. Nos modifican, nos redibujan el presente y cuelgan entre pinzas el futuro.

Y es así como a veces creemos que tenemos nuestra vida medianamente acomodada: un trabajo normalito, los amigos de siempre y los que se sumaron, la casa ordenada y las plantas recién regadas. Pero algo empieza a gestarse en un rincón alejado de nuestra vista. Un cambio espiralado que junta fuerzas como un tornado y que, cuando emerge, lo hace dispuesto a arrasar con todo.

La vida medianamente acomodada se convierte entonces en un completo desorden en el que nos es difícil distinguir la salida. Nos cuesta pensar, y mucho más entender, cómo fue que llegamos hasta ahí, hasta las ruinas mismas de nuestro existir.
Todo lo que teníamos aferrado a nuestro puño se evapora con la misma rapidez que se consume un cigarrillo encendido.

Y desde el punto cero, desde el meridiano de nuestro desconcierto, tenemos que volver a empezar.
Desparramar la esperanza sobre el tablero y agudizar el ingenio. Vaciar los bolsillos hasta que salgan pelusas. Atrapar el grito donde dobla la garganta y sostener el llanto con una cuchara.
Darnos de baja del mundo por un tiempo. Escondernos del sol y de la fiesta que hay afuera. Embalar lo que nos queda y rematarlo al mejor postor.
Y así, con lo puesto, empezar a andar por el camino del mientras tanto.

Esa es la calle que hoy recorro. La del paisaje incierto pero colorido. La que en cualquier esquina puede regalarme un pasaporte a una emoción nueva que le cambie el nombre a la rutina.

El mientras tanto es una escalera desde el desván a la terraza. Un intervalo en medio de la función. Un impás.Una tregua entre la incertidumbre y la convicción.

En mi propio mientras tanto, me acostumbro al monoambiente y a la adrenalina de ser independiente. A no saber qué pasará mañana, ni en media hora. Disfruto de la espera de un amor, sin desesperar y pongo mi corazón en conserva para ser consumido en un romántico banquete.
Y me alegro de sólo pensar que el mientras tanto es un tiempo de preparación para recibir lo mejor. Es sólo eso: un mientras tanto.

martes, 20 de julio de 2010

Mucha risa y pocas nueces


A ver...¿cómo puedo resumir el té del domingo en una frase? Digamos que fue un grato momento sin sobresaltos. No hubo choque de planetas, ni llovieron corazones, ni mucho menos.
Cuando Gustavo abrió la puerta y se acercó a saludarme, comprobé que eso del amor a primera vista es algo que ocurre muy de vez en cuando.
Las probabilidades de que fuera a conocer al amor de mi vida en un té de domingo, seamos sinceros, eran mínimas. Sobre todo, si a eso le sumamos mi poca predisposición mental a que eso suceda.
Para que se ubiquen en el momento ( y no me reprochen que escatimo detalles), cuando Gustavo llegó, el cuadro de situación vigente era el siguiente:
mi amiga sentada junto a su pareja, una mesa llena de cupcakes que felizmente reemplazaban a la pastafrola, mate, café con leche, jugo de naranja y yo, hamacando de manera ensimismada ( o idiotizada) al bebé de mi amiga de apenas un mes y medio y haciendo sonidos del estilo "bu bu bú...ajó, ajó" con la esperanza de que se durmiera". ¿Sexy, no?

Como se imaginarán los que hace tiempo me conocen, poco me importaba asumir el rol de "Mata Hari" frente a un individuo desconocido del que sólo sabía que a los 37 años vivía con su mamá. Mucho menos me importó cuando confirmé que los rubios no me generan la más mínima emoción, sobre todo, si se asemejan al "Teto Medina".
Pero algo bueno tenía el pobre Gustavo: su sentido del humor. Debo reconocer que en lo que va del año no me había reído con tantas ganas hasta el domingo. Y no porque hiciera chistes, no. Sino porque se ocupaba de hacer los comentarios más bizarros, inteligentes y originales, como si fuera el animador de una fiesta de PAMI.

No hubo mucho más que alguna salida de los dos a fumar en el balcón...en un quinto piso, con tormenta y un viento huracanado haciéndonos flamear desde la parrilla hasta el ventanal sin piedad, que lejos de propiciar el diálogo favorecía el contagio de una pulmonía; y algún que otro gesto gentil de índole: ¿te sirvo otro café? ¿querés otro poquito de jugo?

Finalizada la ingesta de cupcakes, y después de haber hecho un rápido repaso por todos los temas de actualidad posibles, mientras yo seguía en mi rol de nodriza con el bebé, Gustavo se despidió con un: "me encantó conocerte, ojalá nos veamos otra vez."

Y yo pensé que en cierta forma era cierto, no era mala idea volverlo a ver, pero sólo para compartir una tarde con amigos y reírnos hasta desencajar la mandíbula. Pero nada más.

Ahora vuelvo al frasco, hasta que acepte la próxima invitación de mis amigas celestinas...y cada vez más convencida de que esto de "en- parejarse" es una tarea altamente difícil.



Y como no podía ser de otra manera en un 20 de julio, aprovecho la ocasión para dedicar este post a esos amigos del cibermundo , de quienes conozco sus vidas a través de un monitor pero que aprendí a querer con un afecto bien real.

También sumo al saludo a mis amigos y amigas de la vida, de la infancia, la adolescencia y de las esquinas del tiempo.

Y por qué no a aquellos y aquellas que me hicieron el favor de borrarse de la lista y dejar un espacio libre para los nuevos amigos que vendrán.

A todos, ¡FELIZ DIA DEL AMIGO!



viernes, 16 de julio de 2010

Cita a ciegas



Bastó que hiciera públicas mis ganas de mantenerme soltera, para que mis amigas del alma se pusieran en campaña...¿Campaña para qué? Para conseguirme un novio, o algo así.

Supongo que como ellas ya se casaron, se descasaron y se volvieron a casar (algunas), creen que esto de encajar con alguien a los treinta y pico es tarea fácil.Se niegan a imaginarme como la tía solterona del grupo, haciendo trámites de adopción pasados los 50 o en la fila de un banco de semen antes de que el reloj biológico se detenga.
Así fue que empezaron a caer mails a mi casilla bajo el asunto: "Candidato", o bien, mensajes en mi contestador del estilo: - Llamame, es urgente, Juan tiene un amigo para presentarte que no se te puede escapar.


Al principio lo dudé. ¿Por qué costaba entender que estuviera bien así, "solterita y sin apuro"?
¿Qué las hacía pensar que el tipo perfecto que yo no había sido capaz de encontrar en 36 años de vida podían encontrarlo ellas con sólo revolver la agenda de sus maridos?
Estuve a punto de decir no y pensar un plan para solteras para el fin de semana, pero al final dije que sí, sólo a una.

- Está bien, salgamos.

- Ay, ¡genial! Gustavo te va a encantar.

- No creo, pero bueno...

- Si, es muy lindo...rubio...

- No me gustan los rubios, nunca me gustaron.

- Dale, che, que te conocí uno rubión rubión.

- Uno solo, y yo tenía 16 años.

- Vas a ver que te va a gustar. Es bohemio.

- ¿Dejado, querés decir?

- No, bohemio....hmm....artista.

- Ah, artista es otra cosa. ¿Es actor? ¿Pintor?

- Escribe, me pareció que te iba a gustar ese dato.

- Si, hasta ahora es lo más interesante que tiene. ¿Es divertido?

- No sé...

- ...

- Pero hay algo que te va a atraer...


Acá vino la parte más jugosa de la descripción del pobre Gustavo. Me imaginé que iba a decir que era un tipo inteligente, dueño de una personalidad avasallante, atractivo, ultra simpático...pero no, parece que Gustavo tenía una cualidad mucho mejor.


- Es enamoradizo- dijo

- ¿Patológico?

- ¡No!...(pausa)...bah, no sé, dice que siempre se enamora y que lo terminan haciendo pelota.

- Primera coincidencia.

- Claro, por eso.

- ¿Claro?

- Bueno, es una forma de decir. Gustavo dice que está cansado de estar a la espera de un mensajito, de que las minas den vuelta, que está harto del "ni".

- ¿Qué edad tiene?

- Treinta y siete. Vive con los padres...

- ¿Qué? ¿Todavía?

- No, hace poco. Después de que dejara de convivir con una se volvió a la casa de los viejos porque se sentía menos solo.

- Ay, Dios...

- Mirá que ya arreglé para el domingo, eh.

- Y bueh, andá avisándole que yo no busco nada, pero nada de nada. Decile que ronco de noche, que tengo los pies fríos en invierno y transpirados en verano. Inventale que además soy sonámbula, que tengo un tic en un ojo y que si me río mucho me hago pis encima, sin importar en qué lugar esté...

- No seas tarada, ya le dije que sos divina y que no entiendo como todavía estás sola.

- Se nota que sos mi amiga, tonta.

- Claro, tonta.


El domingo vamos los cuatro a tomar el té (?) a la casa de mi amiga.
El pronóstico anuncia lluvias y un frío espantoso que me darán más ganas de quedarme en casa viendo una película que de compartir una pastafrola con Gustavo.
Pero dije que sí, que iba.
El lunes les cuento como me fue.




lunes, 12 de julio de 2010

Hablemos de amor



Hablemos de amor. De lo inexplicablemente difícil que es el amor.

Parece lejano el tiempo en que creía que encontrar a alguien compatible era tarea fácil. Ese lapso de la adolescencia en que podía salir de un noviazgo y meterme en otro con total comodidad.
Hoy ya hace seis años que no pronuncio la palabra novio, ni pareja, ni cualquier sinónimo de relación estable. Parece demasiado... y tal vez lo sea, aunque setenta y dos meses de ausencia de un cómplice para la vida cotidiana dejaron su enseñanza.

Hoy creo que la soledad está subestimada. Cuando visualizo las miles de veces en que me sentí al borde de perder la cordura ante la mínima sospecha de que una relación iba camino a oxidarse, o esos cientos de momentos en que malgasté energías frente a un teléfono que no sonaba, o esos instantes en que puse pausa a mi vida para colocarme en el umbral de la espera de una señal de un otro que no quería dármela ( o no podía, o no debía, o...), ahí me dejo caer plácidamente en el bienestar que me provoca estar sola.

Sola, me adueño de mis horas y las reparto entre las cosas que me hacen feliz sin rendir cuentas a nadie.
Sola, voy y vengo sin llevar activo un GPS para que puedan localizarme y reclamarme que regrese.
Sola, atiendo el teléfono cuando quiero. Me visto como quiero, como si tengo hambre, duermo si tengo sueño.

Claro que tampoco me engaño... De vez en cuando me gustaría que él se recostara sobre mis rodillas a mirar televisión, que me regalara un poema arrancado de un libro de Girondo o un paseo por una calle desierta donde nada pudiera distraernos.
Pero esos "de vez en cuando" son pocos. Supongo que se volvieron más aislados desde la última vez que pensé que era capaz de enamorarme otra vez... Sospecho, entonces, que esta serenidad de hoy te la debo a vos, aunque aún no sea capaz de agradecerte tus silencios. Confirmo, entonces, que esta soledad de uno es mucho mejor que esa soledad de a dos a la que me hubiera sometido involuntariamente si me hubieras llamado, si te hubiera visto, si nos hubiéramos mirado a los ojos, si ...


Hablemos de amor, de ese amor que nos cuesta tanto. De ese amor que estamos cansados de mendigar y que hoy queremos merecer.
Hablemos de los miedos que nos paralizan frente a la posibilidad de que algo bueno nos suceda, de que la felicidad nos explote en las manos como una granada, de que un otro quiera pensarnos bien, querernos bien, cuidarnos bien.

Mientras eso no llega, y las caricias me esquivan, y las noches de a dos las postergo para algún verano, digo a viva voz, entusiasmada, que esto de estar conmigo y a salvo de tus promesas incumplidas...es una bendición divina.