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viernes, 28 de agosto de 2009

Shh!



A un mes de cumplir los treinta y seis, y como si hiciera el balance de fin de año, me detengo a repasar esas cosas que me definen, que me dan identidad y que jamás usaría como carta de presentación. Así que, después de leerlo, no lo divulguen.


1- Soy de lágrima fácil. Puedo llorar viendo el noticiero, escuchando un nenito que canta en Operación Triunfo o por una enorme desilusión, con la misma intensidad.

2- Soy extremadamente ansiosa. Prefiero que alguien me diga NO antes que esperar una respuesta que no llega. Soy capaz de abrir compulsivamente el mail o el celular cien veces por día, hasta acalambrarme los dedos. En ese tiempo, pierdo la capacidad de concentrarme en otra cosa y mis horas se vuelven propiedad privada de la impaciencia.

3- Le tengo miedo a los barcos cargueros. Pasear por Puerto Madero puede convertirse en una gran pesadilla si me hacen caminar cerca del agua. Ni hablar de cruzar un puente. En ese caso puedo llegar a optar por caminar diez cuadras de más antes que someterme al castigo del vértigo.

4- Detesto el deporte. Es algo que no se inventó para mí. Al mejor estilo Pinocho hice mis incursiones en el volley y en tenis. En volley, cada vez que me tocaba ir a la red, mi falta de puntería me veía bloqueando en el aire, a destiempo con la pelota. En tenis, creo que el profesor debe haber renunciado alegando trabajo forzoso. Querer enseñarme a mí debe haber sido el peor castigo de su vida, partiendo de que el primer día me quejé de lo que pesaba la raqueta (?). Eso sí, soy gran fanática del fútbol y del tenis, pero por televisión.

5- Odio que algo me interrumpa cuando estoy concentrada. Si estoy leyendo o escribiendo y suena el teléfono, puedo llegar a atender con la voz cargada de fastidio sin que nada pueda cambiar mi tono.


Por supuesto que también tengo algo bueno.


1- Soy optimista. Sólo me permito estar mal un rato para después volver a apretar la tecla "on" del positivismo y volver a pensar que todo pasa, hasta lo más malo.

2- Soy extremadamente perseverante. Cuando una idea se me mete en la cabeza pongo todos mis esfuerzos en lograrlo, aunque deba enfrentarme a millones de NO. En algún momento pienso que llegará el SI.

3- Soy la intuición hecha persona. Si mi sexto sentido me sopla algo al oído es mejor que lo escuche porque no tiende a equivocarse. Esto me ha salvado de muchas desilusiones aunque debo reconocer que a veces mi aprecio por la otra persona me enfrenta a una pelea entre razón y percepción de la que me cuesta salir con facilidad.

4- Trato de justificar hasta las peores actitudes de la gente. Siempre pienso que un mal comportamiento puede deberse a alguna patología, a falta de raciocinio o a negligencia y que en realidad la persona no tenía intención de hacer lo que hizo o decir lo que dijo. Por eso es que soy propensa a dar segundas y terceras oportunidades.

5- Soy consciente de que mi vida no pasa por su mejor momento. Así y todo, el otro día me descubrí pensando, mientras fumaba en el balcón, que de no haber vivido todo lo que viví hoy no tendría argumentos para escribir. Como mi única pasión es esa, agradezco todos los momentos de miseria, angustia o decepción que me regalaron letras y sensaciones.


Un poco de esto soy.
Hay mucho más que quiero ser.



Gracias a Palas por su nominación que me hizo pensar en estos diez puntitos.

sábado, 22 de agosto de 2009

Googleame








¿Había vida antes de Google?

Si alguien me pregunta por una receta o una película de la que no recuerdo el nombre salgo a tipear en el recuadro de búsqueda de Google.
¿A dónde se puede ir? Google. ¿Llueve en Malasia? Google. ¿Cómo salió el partido? Google.

Pero San Google tiene otras virtudes aún más importantes que se aprecian el día que uno quiere localizar a una persona.
Así fue que una tarde me encontré usando al rey de los buscadores para rastrear a mi primer novio con la simple intención de curiosear un poco.

Escribí su nombre: Mariano A., y un mundo de posibilidades se desplegaron en mi monitor.

Había demasiados Mariano A. en la lista, pero sólo algunos de ellos tenían Facebook, así que los fui agregando a mi cuenta con la intención de descubrir si detrás de ese nombre común se encontraba el rubiecito de hace veinte años.


A los primeros cinco los agregué con mi cuenta real, y al resto, de mi cuenta como Blonda o de una cuenta mucho más vieja que no uso.

Empezaron a aceptarme y fui comprobando que ninguno era el que yo buscaba.
Hasta que uno me envió un mensaje: ¿Nos conocemos?

Ahí arremetí, con la esperanza de encontrarlo: ¿Vos sos Mariano A. de Tandil?

Su respuesta: No, lo lamento, soy de Paternal.

Pero se ve que hice mal los cálculos y a este pobre Mariano de Paternal le dupliqué la invitación desde mi cuenta como Blonda. Así que al día siguiente me volvió a llegar un mensaje: ¿te conozco?

Ahí salió mi pregunta programada: ¿Sos Mariano A. de Tandil? y su posterior respuesta confirmando que era de Paternal y que no conocía Tandil ni por fotos.

Ya perdida con las idas y vueltas de contactos del mismo nombre, volví a agregarlo desde mi cuenta más vieja.
Días más tarde, llegó otro mensaje de su parte en el que preguntaba sin mucha diplomacia: ¿Quién sos?

Por supuesto, mi pregunta: ¿Sos Mariano A. de Tandil?

A lo que me respondió:

- No, soy Mariano A. de Paternal, pero te juro que muero por saber qué tendrá ese hijo de puta que se llama como yo... ¡ porque lo están buscando todas las minas!


¡Pobre Mariano de Paternal! Debe pasar horas pensando cual es el secreto que esconde su tocayo mientras yo me sigo riendo.




Cadena trófica




"La cadena trófica señala las relaciones alimenticias entre productores, consumidores y descomponedores. En otras palabras, la cadena refleja quién se come a quién. Un ser vivo se alimenta del que lo precede y, a la vez, es comido por el que lo sigue."

No es un post dedicado a las Ciencias Naturales.
La imagen de una cadena alimentaria me ayudaría a definir la sensación que me dejó la película Two Lovers*.


Una mujer que ama a un hombre, que ama a otra mujer, que ama a otro hombre.

Un amor que devora a otro que no quiere ser devorado.


De esa idea parte el argumento de la película.


Declaraciones de amor cruzadas y gargantas en silencio ante un par de ojos enamorados. Las mismas gargantas que son capaces de gritar ante otros ojos de mirada distante.

Manos vacías de un lado, manos vacías del otro. Todas mendigando promesas, suplicando afecto. Personajes conformándose con menos que el ideal para intentar remendar el espacio roto que deja el que se va. Pasando por el tamiz la obsesión y el rechazo, reconstruyendo los pedazos de sí mismos para intentar volver a enamorarse.

En una escena alguien dice "Si él no hubiera vuelto estoy segura que podría haberlo intentado con vos."
Un sólo instante en el que uno desea haber vivido otro tiempo, haber cumplido la ley de estar en el momento justo en el lugar indicado. Y que no quede otra que aceptar el amor a medias, el beso robado pero no ganado, la compañía por gratitud y no por deleite.

Encuentros y desencuentros que duelen. Desamores que modifican, que se vuelven aprendizaje - de ese que enseña a los golpes-, y que nos ayuda a redefinir el concepto del amor.

¿Puede ser amor el abrazo que llega después de mucho insistir? ¿Puede serlo el llamado que se responde días después? ¿Los días de espera ante una palabra que no llega? El silencio que sigue a la pregunta ¿me querés?... ¿Es amor? ¿Puede serlo algún día? ¿Cuánto es en tiempo? ¿Una vida?

Todas esas preguntas caminan en círculo por mi mente mientras conservo la congoja de la escena final.
Un rompecabezas sobre el amor que requiere lucidez para poder distinguir entre lo enfermizo o lo dañino, de aquello que se presenta como algo sano.
Lo que no perjudica a la salud, ¿puede acercarnos a la felicidad? ¿O la idea de bienestar está siempre ligada al querer devorar al que no se deja, a querer tener lo que no se tiene, a llevar el ideal de lo imposible tatuado en la nariz?

Un final de la película que plantea una duda: Optar por lo que no hace daño,¿es conformarse?

Los leo...



* Two Lovers
Dirección: James Gray
Intérpretes: Joaquin Phoenix, Gwyneth Paltrow, Vinessa Shaw
Duración: 110 min.



( nada es casual...no se parece a la conversación que tuvimos, "Cris"?)

jueves, 20 de agosto de 2009

Pintada



Hoy iba sentada en el colectivo cuando, por voluntad de un semáforo eterno, me tocó contemplar el paisaje del barrio.
Frente a mis ojos, una casa, normal, donde posiblemente viva un laburante con su esposa y sus hijos. Un tipo cualquiera que quizás se levante a las siete de la mañana para llegar puntual al trabajo (que no le gusta demasiado), sólo para que no le descuenten el presentismo. Que dirá que sí a los pedidos de su jefe mientras cuente hasta cien para no escupirle un insulto y presentar la renuncia. Que tomará litros de café para mantenerse despierto hasta las seis de la tarde. Que tal vez coma de un tupper lo que sobró de la noche anterior y se prive de la gaseosa para ahorrar unos pesos que le permitan llevar de paseo a sus chicos el domingo. Que vuelva apretado, y agotado, a su casa después de diez horas de trabajo.

Que cuando esté llegando a la puerta, vea lo mismo que yo desde el colectivo.
Su pared, que era blanca en la mañana, ahora lleva una leyenda que dice ¡Qué linda pared!, escrita en aerosol verde y tamaño extra grande.


A vos te digo. A vos, con alma de artista, de acuarelista frustrado, que cree que puede usar de lienzo la pared de un pobre tipo. A vos, que te pensás que tener un aerosol en la mano te da derecho a desparramar tu estrechez mental por la vida ajena. A vos, que sos un mal bicho.

A vos te pregunto: ¿ Qué tal si tomo un cincel y grabo en tu frente una frase que diga: qué flor de idiota que soy?





A veces me da urticaria la maldad de la gente.


sábado, 15 de agosto de 2009

El secreto de sus ojos


Hoy me regalaron el poder disfrutar de una excelente película argentina: El secreto de sus ojos.

Las actuaciones, la ambientación en los años setenta, el guión y hasta una máquina de escribir que funciona mal (y que no es un elemento incluido al azar), logran un producto digno de disfrutarse a lo largo de sus ciento veinteseis minutos de duración.

El título - acertadísimo -, encierra un montón de aristas que giran en torno a la vida de Benjamín Espósito (Ricardo Darín), un reciente jubilado que después de haber trabajado toda su vida como empleado en un Juzgado Penal decide emplear su tiempo ocioso en escribir una novela basada en un caso policial del que fue testigo y protagonista.

La violación, seguida de muerte, de la esposa de Morales (Pablo Rago) es el eje de la novela que intenta escribir y es, además, una puerta de acceso a una justicia corrupta, que huele a podrido.

Pero hay más puertas que se abren a través de la mirada de los protagonistas. La mirada, no en una forma metafórica. Ojos que dicen lo que la palabra calla, en más de un sentido.

Una mirada que puede ser de amor, como aquella en la que queda detenido Morales una vez que pierde a su mujer o la de Espósito que contempla enamorado a Irene (Soledad Villamil).

La película gira en torno a los ojos de los protagonistas y da vueltas sobre una frase que le da sentido al film: Una vida llena de nada.

Y acá me detengo para profundizar en ese puñado de reflexiones que me invadieron al cruzar la puerta del cine.
La primera es la pérdida. El inmenso vacío, que sigue al dolor, cuando uno pierde a un amor sin aviso, cuando la muerte egoísta nos priva, de un momento a otro, de la compañía de un ser amado.
Hay otra pérdida, que puede doler aún más, y es la que uno decide a través de un acto de cobardía que se prolonga en el tiempo. Ese silencio sentenciante al que uno elige someterse por miedo a hablar y a correr el riesgo de un "no" o, lo que es peor, por no animarse a un paisaje feliz.

La segunda es la pasión, que se muestra como algo inevitable. Algo a lo que nadie puede resistirse. ¿ O a lo que nadie debería resistirse?

La tercera es una amistad con todas las letras, en la que el otro lllega a ser más importante que uno mismo.

La última es la que más me dejó pensando: El sentido de la vida.
Esa vida llena de nada a la que los protagonistas se refieren. Esa búsqueda a la que ni ellos, ni nadie, debería claudicar.
Recuerdos que seleccionamos y atrapamos con las dos manos para poder seguir adelante, para saber quiénes somos y hacia dónde vamos.

Barrer culpas, asumir errores, ganarle la batalla al miedo que paraliza, aprovechar el tiempo porque no hay reintegros, buscar la verdad, perseverar. De eso trata.

La necesidad de que algún acontecimiento justifique el pasar por esta vida para que nuestra presencia no sea un mero acto de atravesar almanaques. De eso también trata.
En el caso de Espósito, una novela que es sólo una excusa para juntar coraje y atreverse a vivir y no irse con las manos vacías.


Un policial que cumple mucho más que la función de entretener, porque obliga a pensar en el futuro antes de que se convierta en historia.

"El pasado no pertenece a mi jurisdicción"- dice Irene.

Tiene razón.




El secreto de sus ojos
Dirección: Juan José Campanella
Interpretes: Ricardo Darín, Soledad Villamil, Guillermo Francella (genial), Pablo Rago.







jueves, 13 de agosto de 2009

Una serie de eventos desafortunados



Ando con el ánimo embarrado. Con el mismo lodo en el que apoyo los pies y el espíritu de a ratos.

Mi hoy se convirtió en un charco de mugre en el que flotan los desechos de lo que alguna vez fue bueno. El aire está viciado de inmundos olores que emana gente aún más inmunda, de esa que luce una sonrisa traicionera y el pelo atado con una soga que utiliza para asfixiar.

El agujero que oficia de hogar, se convierte a veces en un pasadizo interminable que me esconde la luz de salida y se reserva las señales de alerta para una mejor ocasión.
En ese trayecto tengo los pensamientos más miserables. Vomito angustia y desesperación que fueron mi almuerzo y lloro sin lágrimas, porque ni eso tengo.

Lo que me llora es el cuerpo, completo. Llora frente a un espejo que no entiende qué pasó con lo que era y frente a una hoja en blanco que se aprovecha para sacarme una letra.
Palabras en hilera que crean historias que hoy me gustaría vivir, que recorren las calles que sueño y que viven de aquello que les alimenta el corazón más allá del bolsillo.
Sentada frente a la nada, ajusto los eslabones de una cadena de desaciertos con los dientes, mientras rezo un Ave María y bebo sorbos de agua bendita.

En pequeñas treguas que me da el hastío, dejo de coquetear con los pensamientos más oscuros y me permito creer que de alguna forma la vida se ocupará de impartir justicia y recompensa a manos llenas, que colmará la heladera de champagne importado y el living con calor de verano.

Intento pensar que todo cobrará sentido en algún momento, que podré girar sobre mis pies para mirar el pasado desde lejos y que aprovecharé para recordar lo aprendido.
Que de tanta escasez brotará una semilla, un árbol y un bosque.
Que de tanta frase escupida al viento, saldrá una historia y un cuento.


Una serie de eventos desafortunados que se dieron cita a la misma hora de mi vida.

Como los hermanos Baudelaire, termino siendo esa clase de persona que prefiere creer que siempre hay algo que inventar, leer o morder, o para hacer un santuario, no importa que tan pequeño sea.



sábado, 8 de agosto de 2009

Ciudad Gótica



Si tuviera que comparar mi vida con algunos éxitos del mundo cinematográfico sin duda vendrían a mi mente escenas de Alicia en el país de las Maravillas, con su mundo de conejos huidizos y pócimas para aumentar o disminuir el tamaño del cuerpo, que me hubieran sido útiles en alguna ocasión.

Más de una vez habré escuchado una voz similar a la de Forrest- Gump motivándome a apresurar el paso en una corrida contra el tiempo y en pos de las oportunidades, para finalmente coincidir en que estamos todos flotando alrededor del destino, empujados por una brisa.

Atravesé momentos de rechazo a la mediocridad propia y ajena y, como Lester en Belleza Americana, me opuse al mundo de las apariencias intentando encontrar una vía de escape.

Mis últimos años estuvieron ligados a la imagen de Amelie y ese corazón que late ante la cercanía de un padre, mezclados con la cobardía que impide arriesgar en lo afectivo por miedo a salir herida una vez más.

Agosto me encuentra inmersa en un submundo con tuberías por donde circula agua contaminada y callejones sin salida en la que puede aparecer el enemigo en plena madrugada.
Una ciudad plagada de personajes perversos atentando contra mi propia calma.
Guasones - y bufones de poca monta- riéndose en mi propia nariz, un Harvey Dent con algo más de dos caras y un Acertijo empecinado en someterme a desafíos que ya no quiero averiguar.

Mi hoy se parece demasiado a Ciudad Gótica. Oscuros intérpretes aprovechándose de mis descuidos, buscando que caiga en la trampa de sus retorcidas mentes.

Pero los cincuenta metros cuadrados de mi guarida son el espacio suficiente para ejercitar mi independencia y estirar la soga hasta que me desprenda de figuras viciadas por obsesiones y profundos vacíos.

En ese lugar me deshago de las manos que estrangulan mis arterias optimistas, aliviano el peso innecesario que llevo colgado del hombro y puedo relajarme en el sillón, a salvo del Caos.




¿ A qué película se parece el presente de ustedes ?




Post inspirado en la lectura de Pang!, la genial revista genérica de Aguacate - made in Costa Rica

domingo, 2 de agosto de 2009

Yo a tu edad...



A dos meses de cumplir los treinta y seis es hora de que haga una dolorosa confesión: Me convertí en adulto.

No me di cuenta el día en que suprimí del placard las minifaldas evitando convertirme en la Cris Morena de los blogs, ni cuando me encontré leyendo con curiosidad el prospecto de una crema anti- age hecha a base de baba de caracol.
Tampoco fue el sábado en que preferí dejarme puestas las pantuflas , pedir un cuarto de helado, poner una película y exclamar convencida:¡qué sábado de locos!
Ni siquiera fue el día en que descubrí que los quinceañeros me cedían el paso al subir al colectivo mencionando la frase letal: "Pase, Señora". SE-ÑO-RA, ¿se entiende? Del latín: mayor, más anciano.

Yo me di cuenta que había entrado al mundo adulto hace un par de semanas, cuando tomé consciencia de que yo también traía el chip incorporado que se ocupa de alertar a los adolescentes bajo el lema: Yo a tu edad...
Parece que el microchip viene incrustado en el retículo endoplásmico y que se activa el mismo día en que se dispara el colesterol.
Desde que el mío se encendió funciona como una mezcla entre el más avanzado GPS y un predicador dispuesto a divulgar las virtudes de la juventud entre los menores de veinticinco.

Cada vez que alguna lectora me consulta por mail sobre el "chico que le gusta" o me pide que le indique como hacer para olvidarse de un candidato de turno que le rompió el corazón, comienzo a redactar mi respuesta con el detestado yo a tu edad.

Estoy segura que odiarán, como yo en una época, tener que leer esas cuatro palabritas. Sé también que no serán indiferentes a la sugerencia aunque no tengan ni la más remota idea de lo que los "grandes" queremos decir con esa frase.

Lo que me gustaría advertirles es que en la adolescencia se llora por amores de los que más adelante no recordaremos ni su forma de caminar, ni el por qué del adiós.
Que quizás se frustren al elegir una carrera porque con el tiempo descubran que eso no era lo que pretendía el espíritu.
Que habrá veces en que deban parar, dar tres pasos hacia atrás y volver a empezar.
Que se sentirán decepcionados el día que perciban que la rutina no tiene luz tenue y música a todo volumen, sino un pared blanca a la que se aprende a ver de distintos colores cada mañana.
Que la gente se esmera más en parecer que en ser.
Que lo que de joven parece posible, de grande se asemeja más a lo improbable.
Que aquello que se entiende por belleza puede mutar hasta resumirse en un solo gesto. Una carcajada y una conversación inteligente enamoran más que un metro noventa en envase torneado.
Que se sobrevive al desamor.


Resumiendo:

- Pongan en una mochila un mapa, una cámara de fotos, poca ropa y unas zapatillas cómodas y salgan sin rumbo por el mundo. En el camino conozcan tantos lugares como gente y guárdenlos en la CPU de la memoria bajo el archivo que agrupa los momentos que no tienen vencimiento.

- Bailen aunque no haya música.

- No se alejen de las amistades por culpa de un novio de turno.

- Abracen sin control, sobre todo a padres y abuelos.

- No dejen que un silencio los torture el día de mañana. Si tienen algo para decir, sólo díganlo. Los silencios que hubiéramos querido llenar con palabras que callamos con el tiempo duelen tanto como una uña encarnada.

- Sean claros al establecer sus restricciones con la gente que conozcan porque los límites que no sean capaces de trazar hoy, serán las exigencias que no podrán tener con ellos en el futuro.

- Amen sin desarmarse para que más tarde no tengan que juntar de la alfombra los pedazos de autoestima que extraviaron en el camino.


Por si no se entiende:

Suban a ese avión, corran el colectivo y, aunque sea, vayan colgados del último vagón del tren, pero no se queden quietos pensando que hay tiempo, porque el futuro camina mucho más rápido que nosotros.


Anoten la aventura en una libretita que quepa en un bolsillo. En diez o quince años, cuando les salga la primera cana, tendrán buenos argumentos para comenzar a envejecer tranquilos.

Y lo vivido sonará tan lindo como el bonus track de un buen disco.





Dedicado a Flor, Barbie, Guada, Andrea, Meli, Marian, Vero y Gi (entre otras).
Y a Vir, por tomar prestada la intención que encierra su frase que tanto me gustó.