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domingo, 31 de octubre de 2010

Desdibujada



Ando buscando la vereda del sol pero llevando un paraguas en mi cartera por si se trepan los nubarrones negros a mi cabeza.
Cada tanto me pasa. De pronto estoy cantando una canción, con los pies descalzos colgando de la silla, y aparecen esas enormes ganas de bajar la mirada al piso y de quedarme contemplando las baldosas, con el sonido en off.

Últimamente me acontece el miedo a vivir. Se adueña de mi pecho con todo su peso. Me lo hunde, me lo aplasta, me lo roba de a poquito y me pone grilletes en los pies.
Y yo me niego, de a ratos, y le hago frente con una espada inventada pero sin filo.
Otros ratos no me animo. Me gana mi instinto vulnerable y me rindo a la espera de un abrazo que me rescate antes de que se hunda mi propio Titanic.


Ando buscando la esquina en la que nacen las historias con garantía de finales felices sin escuchar a los que me murmuran al oído que tal esquina no existe.
Voy caminando en ele, zigzagueando por caminos nuevos que repentinamente se convierten en laberintos con hadas y faunos, con orquídeas y cardos.
Voy en busca del encuentro conmigo, sacudiéndome la piedra del zapato cuando se empeña en molestar mi paso. Me doy una ducha fría, cuando el cansancio que me provoca la búsqueda me agobia. Me seco con el viento de la mañana, que llega a mi vida cuando ya está anocheciendo, y me recuesto sobre el primer hombro que tiene ganas de sostener mi cabeza hasta que me duermo.
Si me cuentan cuentos me los creo. Me volví una fervorosa creyente de un mundo mejor que aún no descubro. Tal vez sea eso lo que me motive a seguir despabilada...la esperanza de que puedo matar el historial de mi memoria y reescribir con lápices nuevos un epílogo distinto.

Ando abriendo puertas a fuerza de golpes y arrancando promesas con los dientes.
A la espera de que alguien me traiga flores sin que tenga que estar muerta. Con el corazón alborotado en medio de un sol capaz de hincharme las venas de las emociones y de disecar las penas.

Estoy en carne viva. Sangrando por los talones y las mejillas. Con un colibrí picoteando el poco néctar que me brota del alma en los momentos en que recuerdo quien soy.
Con una enredadera trepándome hasta las rodillas y una espina clavada en la yugular.
Despojada de certezas.
Repleta de dudas.
Con una alcancía entre las manos mendigando una moneda de afecto a los que suelen quererme.
Con tres tickets para cambiar por un amor que pretendo canjear antes de que el tiempo los vuelva amarillentos.
Con una estúpida sensación de incierta felicidad mezclada con este pánico a disfrutar de lo que quiero.

martes, 26 de octubre de 2010

De desapegos y encuentros


Mirarnos al espejo es algo cotidiano.Vernos en él no es algo que ocurre con frecuencia.
Y no hablo de que el reflejo nos devuelva la imagen de una incipiente cana o una nueva arruga. Hablo de despertar un día y que esa tarea habitual de ponernos de pie frente al espejo nos patee en medio del ser, nos demore la rutina y nos obligue a vernos con los ojos bien abiertos.
Duele la mirada al darnos cuenta que somos menos de lo que pretendimos ser.

Yo me descubrí con un cántaro de lágrimas bajo el brazo y una ausencia hecha nido sobre mi cabeza. Con las rodillas machucadas de tanta caída y con los brazos cansados de tanto remar.
A la altura de los hombros, dos surcos profundos... legado del peso de mi mochila.
Pero en los ojos, un brillo intacto y confiado.

Esa excusa de deshacerme de cosas inútiles colgando de mi placard no fueron más que el símbolo de un proceso interior de desapego.
Es hora de dejar ir aquello que nunca se preocupó por estar.
Permitirme una despedida en voz baja, en medio de la mañana. Decirle adiós a cada cosa que fue dejando sedimento en mi yo hasta convertirse en un volcán en erupción.

Estoy sacando de a poquito las esquirlas que dejó la batalla conmigo misma. Perdonándome por pretender más de aquellos que sólo podían darme mucho menos.
Entendiendo que no todos están capacitados para amar de la misma manera y que, sin embargo, no soy responsable de que no me hayan amado como sin duda merezco.
Y no es pecar de soberbia decir que merezco más. Es aceptar que siendo imperfecta como todos, soy merecedora de un abrazo sincero que dure más que la misma promesa de abrazar.
El pasado es algo que a veces vuelve en forma de fantasma, sólo para molestar. No hay método para combatirlo más allá de la apuesta al presente y al futuro.
Es una tarea compleja el dejar ir. Pero no imposible.

La patada que me dio la vida para sacudirme no es más que una señal de alerta de que las cosas siguen pasando mientras yo me quedo atrapada en esa infancia que quedó atrás.
No hay parches para sanar los desamores. No hay zurcidos invisibles que remienden lo que no fue. No existen pegamentos que ensamblen los pedazos rotos de una relación en la que la otra parte me dio por muerta.

Este es mi exorcismo. El desapego a esa imagen de padre perfecto que no es tal.
Que no supo. Que no quiso. Que no pudo.
Pero del que yo no puedo hacerme cargo.


Yo merezco que me lleven a volar porque en este tiempo ya me crecieron alas.


lunes, 25 de octubre de 2010

Historias ocultas en el guardarropa

En mi primera sesión de terapia de esta semana, la psicóloga me dijo algo así como :
" Tu mente es como un enorme guardarropa lleno de cosas que no usás y que ocupan un lugar innecesario. Es prioritario que tires aquello que no sirve, cosas viejas del pasado que estorban y que no permiten que quede ni una sola percha vacía.Para que haya espacio para lo nuevo tenés que poder deshacerte de lo viejo."

Tan literal me lo tomé, que este domingo se me ocurrió hacer limpieza de placard, como si de alguna forma se relacionara con eso de hacer espacio en mi cabeza.
Lo que parecía una tarea por demás sencilla, no lo fue.

El guardarropa de una mujer es un lugar en que habitan mucho más que simples prendas.
Así que a la hora de tirar me encontré en la gran disyuntiva: ¿Me deshago de ese viejo corset de raso y encaje, lleno de alambres por dentro que impiden moverme con naturalidad , o lo conservo por si algún día tengo una fiesta de disfraces en la que opte por vestirme de cabaretera?
Por supuesto, que esas viejas remeras de algodón, estiradas, desteñidas y deformes, las separé para tareas de entrecasa, categoría que abarca limpieza, pintura y jardinería básica de balcón de 3 x 1.70 mts.

En el estante "especial", encontré esa ropa que sirve de amuleto para la conquista. Esa que no falla. La que basta que una se la ponga para sentirse Scarlett Johansson (espero que la divina Scarlett no me demande). En ese sector hay ropa variada y para todas las estaciones ( una debe estar preparada tanto para citas invernales como para las veraniegas): El vestido oriental, en blanco y negro con una hermosa chinita que sostiene una sombrilla, es el que lleva un 100% de efectividad. Detrás lo sigue lo que antes fue un vestido sexy y que ahora es una remera sexy. Cuando era vestido tenía el 100 % de efectividad. Desde que lo hice remera bajó al 80%...se ve que no se bancó la mutilación o que perdió poder como Sansón.
La lista es extensa: vestido negro en dos versiones, invierno y verano. Enterito strapless, también negro....y la ropa interior. ¿Seré yo sola la que tiene la manía de separar la lencería en "para todos los días", "para días femeninos" y "para noches de emoción"? ¡Y cuanto conjuntito sin estrenar que encontré esperando la ocasión apropiada! Porque no todas son ocasiones apropiadas. Algunas no merecen el estreno de push ups de última generación y encajes de bruselas, ¿no?

En el rincón más vintage del armario hay cosas que no podré tirar jamás. Esas que en caso de incendio manotearía junto a mis gatos y el álbum de fotos familiar antes de saltar sobre la red de los bomberos. Un vestido de una tela rarísima, modelo jackie, con su chaquetita(sí, cha-que-ti-ta), que usaba mi mamá en los 60. Un montón de enaguas de seda y hasta el camisón blanco y angelical que mi mamá llevó al sanatorio el día que iba a parirme.

Y los zapatos. ¿Cómo puede la gente normal desprenderse de los zapatos? Yo soy capaz de llevarlos a arreglar treinta y tres veces antes que tirarlos, porque mis zapatitos son especiales. Tienen el recuerdo impregnado en su suela de algún encuentro, de alguna calle caminada con la mirada perdida y la mente atrapada en un abrazo que ya me desprendió.

Así que poco pude descartar de mi guardarropa. Mucho menos que de mi mente.
Tres remeras de recuerdos de algunas vacaciones,un par de medias llenas de bolitas y dos pantalones que, de usarlos hoy en día, me convertirían en una publicidad viviente de los setenta.
Lo bueno, es que al reacomodar todo dejé tres perchas vacías a la espera de lo nuevo. Al menos por algo empecé: por hacerle lugar.



Las que quieran contar la historia de su guardarropa pueden hacerlo en la página de Skip...y hay premios.



jueves, 21 de octubre de 2010

Volverte a ver


Es lindo extrañar.
Es lindo evocar recuerdos y traerlos al presente hasta hacerlos palpables.
Es grato rebobinar la cinta con las voces de los que no están cerca y poder escucharlos aún cuando la distancia impida la comunicación frecuente y cotidiana.

Pero a veces el extrañar tiene sabor a ausencia... de esa que molesta como una piedrita en el zapato.
No siempre alcanza con mirar fotos viejas o recibir un mail que trae una foto de un presente que está sucediendo a miles de kilómetros de nuestra computadora.

Así que, aprovechando la promo de Ilolay para repatriar a un amigo, decidí anotar a dos amigas que emigraron buscando un mejor destino en una época en que nos dejaron muchos.
Ustedes pueden hacer lo mismo e intentar reencontrarse con algún argentino que añore volver a tomar unos mates en el patio y sentarse a nuestro lado a contarnos lo lindo y lo feo de estar lejos.

Yo ya me anoté para traer a gente que quiero. Al menos paa tenerlos cerca por un rato.

martes, 19 de octubre de 2010

En construcción


Necesité un puñado extra de voluntad para escribir esta entrada. Finalmente hoy, y por consejo profesional, la escribo buscando hacer catarsis.

El sábado me tocaba gozar de mi medio franco. Había un sol enorme y esa sensación de primavera que se olía en el aire. Mi buena amiga me pasó a buscar y nos fuimos de paseo, en una larga caminata con paradas obligadas en las vidrieras de moda.
Estaba feliz de sentirme "suelta" y con dos días de descanso y disfrute por delante, ya que de yapa había un feriado.
Pero el dolor de cabeza que había comenzado por la mañana no se me iba ni aún a costa de medicación. Y es más, se incrementaba con ganas de empañarme la salida.
El primer síntoma llegó en medio de una feria abarrotada de gente. Sentí que me faltaba el aire y un mareo tímido y molesto.
Salí en busca de un poco de óxigeno y me sentí mejor.
Al poco rato, el segundo mareo acompañado de un dolor de cabeza in crescendo, instalándose en la nuca como un ocupa que no pide permiso.
Hicimos un alto para tomar un café con algo rico pero me sentía extraña e incómoda.

Así que nos tomamos un taxi a su casa, para ver películas y ejercitar el vicio del delivery de sábado por la noche.
Y ahí, mientras ella revolvía los folletos de pizzerias y yo pasaba el rato sentada en su sillón, se desató el espantoso episodio que me revuelve el estómago con sólo recordarlo.

Sólo quienes hayan pasado por un ataque de pánico podrán comprender lo que intente describir de ahora en adelante.

Estando ahí sentada, fumando un cigarrillo, sentí que estaba a punto de desmayarme. Así...de la nada. Recuerdo levantarme en un rápido movimiento y caminar como una autómata hasta su balcón. Y en ese momento, sentir mi mente separándose de mi cuerpo. Como la pieza de un rasti que no encaja con la otra ni a la fuerza. Seguido, la sensación y el convencimiento de estar muriendo. No se si habrá sido un minuto, diez o veinticinco, pero lo único que era capaz de pensar era en los seres amados de quienes no tendría oportunidad de despedirme. En lo joven que era para "irme", en los planes pendientes para ninguna ocasión. En la no revancha, en la finitud de la vida, en lo tremendamente breve que había sido mi travesía.
Tenía la plena convicción que si cerraba los ojos aparecería la luz blanca y "eso" intuido pero desconocido. Así que me mantuve en movimiento, como queriendo vencer la muerte con el paso hacia algún lado.
Llegué hasta la cocina, pálida, difusa, y la miré a mi amiga y le balbuceé: me muero.

Lo que siguió fue una lenta recuperación prendida a su mano, sin querer soltarla. Vómitos producto del shock, palpitaciones, sudor helado.
Mi cabeza seguía sin encajar en mi persona, como si yo fuera yo, pero desde otra óptica.

A las cinco de la mañana terminé mi sábado en la guardia psiquiátrica, medicada hasta hoy.

Mi presente es una seguidilla de horas en las que el fantasma de otro ataque merodea desde que desayuno hasta que me acuesto.
Conseguí una terapia gratuita en la que me recomendaron no hacerme problema, disfrutar de lo que amo, poner lo importante delante de lo nimio.

Después de un año duro en el que dejé las entrañas para intentar salvar el departamento. En el que comí caldo y tomé agua de la canilla cuando no había nada en la heladera. En el que despedí nuevamente a mi padre, pero sin poder siquiera decirle adiós, los sedimentos se fueron acumulando en algún lugar de mi existencia.
Y ahora, cuando el presente tiene apariencia de calma, se convierten en un volcán en erupción que me vuelca su lava por cada rincón.


Estoy como el hornero, armando su guarida con dedicación casi egoísta y extrema paciencia. Diseñando el nuevo mundo en el que quiero moverme. Aprendiendo a discernir lo aplazable de lo urgente, lo tóxico de lo inofensivo.
Me encuentro en obra, en plena construcción.
Forjando los cimientos de lo quiero ser con la absoluta consciencia de que debemos ser y hacer aquello que nos dicta al alma... mientras tengamos tiempo.




domingo, 17 de octubre de 2010

Mamás y mamitas


Quiero improvisar un pequeño homenaje a las madres en su día.

A la de la foto, que no es otra que la mía. La que fue, es y será una mamá enorme. La que supo ser siempre un poco padre, un poco médica y un poco ángel guardián.
La que está disponible a toda hora, cualquier día. La que muchas veces me enoja. A la que por momentos no entiendo pero acepto. La que me cuestiona, me corrige, me advierte, y siempre me perdona. A la que indudablemente adoro.

A las madres que adoptaron el hijo de una mujer que no supo o no pudo ser mamá.

A las que aún no son madres y pretenden serlo algún día.

A las mujeres en general, por desplegar ese instinto maternal con las amigas, los novios, los maridos.

A mis amigas de la vida real que tienen hijos a los que amo por ser una hermosa prolongación de ellas mismas.

Y en especial, a mi amiga del alma.
Por esa panza de cuatro meses que es el mayor logro de su vida.
Por ese hijo que nacerá en verano y que la colmará de plenitud.
Por la alegría que explotó en llanto cuando me regaló la noticia.
Por contagiarme la misma felicidad que ella siente, cada día.


A todas las mamás, las presentes, las ausentes, las futuras: ¡Feliz día!
Y a la mía: Gracias, por ayudarme a llegar hasta acá.

lunes, 4 de octubre de 2010

Hombres bajo la lupa


Encontrar un hombre que valga la pena parece ser una misión complicada para muchas mujeres.
Sobre todo, para aquellas que cruzamos los treinta y que corremos contra el tiempo sobre rollers, intentando sacarle alguna ventaja.

Sin querer resignarme, estuve ensayando un juego cotidiano que me tuvo por demás entretenida en los último días y que consiste en observar a los hombres que me rodean con la intención de descubrir cualquier característica de la que pudiera llegar a enamorarme. Un gesto, un tono de voz particular, un par de ojos grandes y oscuros, cualquier detalle capaz de atraerme.
Debo comentarles que los hallazgos de mi "investigación" fueron bastante desalentadores...

Si veía a un atractivo morocho caminando por la calle y me ocupaba de seguirlo con la mirada por un rato, lo sorprendía escupiendo junto al cordón de la vereda como un futbolista junto al banderín del corner.
Punto importante a considerar: los hombres que escupen en otro lugar que no sea el baño quedan automáticamente descartados. ¿Alguno de ellos pensará que es seductor que una mujer los vea expeler mucosidades por la boca?

El colectivo fue otra buena alternativa para conseguir material.
De pie, balanceándome entre una multitud de hombres y mujeres que suplican en su interior por conseguir un asiento, detecté varias veces algún que otro muchachito de encantadora sonrisa y ojitos tiernos. Hasta que de pronto, el mismo ser adorable, se abalanzaba sobre el primer asiento disponible. Impunemente, frente a la mirada de mujeres que hacían equilibrio sobre un par de stilettos o que cargaban años y bolsas de supermercado.
Y este es otro punto a considerar: Un hombre joven que en el transporte público le saca ventaja a una mujer y ocupa un asiento con total descaro para seguir en su mundo de mp3 y mirada perdida por la ventanilla, no merece ser novio, marido o amante de nadie.

Y la lista sigue con los hombres al volante que doblan sin ver que estás cruzando, con los que amagan hacerte una cirugía de córnea con el extremo del paraguas, con el vecino que te cierra la puerta de entrada en la cara y corre hacia el ascensor para subir en absoluta soledad hasta el último piso.

Me pregunto entonces si esto de poner a los hombres bajo la lupa es una manía adquirida de aquellas que ya nos acostumbramos al secreto encanto de andar sueltas o si es una manera de boicotearnos la posibilidad de encontrar a alguno que valga la pena.
¿Será que también existen las otras mujeres, las que con tal de no estar solas se resignan con cualquier ejemplar del sexo opuesto?
Y la mayor de las dudas es: ¿ Que verán los hombres de nosotras cuando nos miran de cerca?

Si la primera impresión es la que cuenta, y ese primer contacto se hace entre un hombre común y una mujer que trae en su cartera un historial de desencantos y un par de lentes para ver todo con aumento...¿será posible que se produzca el milagro de enamorarse?





Gracias a todos por los deseos de un cumpleaños feliz.
Así fue.
:)