Recent Posts

domingo, 25 de marzo de 2012

Turista


El itinerario de amores de mi vida fue variado.
Allá por la temprana adolescencia, perdí la cabeza por varios actores de póster y algún que otro vecino del barrio que no tenía registro de mi pequeña existencia.

Después llegó la edad en que el amor palpitaba sin respiro y las horas se llenaban con el nombre de un extraño garabateado en cada rincón libre del cuaderno.
De una mirada que cruzábamos, o de un roce fortuito, germinaba en mi mente una historia de amor infinito.
De allí surgieron los primeros romances, el debut del beso.
La sangre alborotada, las manos temblorosas, las mejillas denunciantes.
Amores en que lo poco era suficiente: un llamado, un baile lento, un encuentro casual a la salida del colegio. Media tarde. Media golosina. Media poesía.
No sabía de reproches. No advertía el significado del desamor.

Crecí.
Reemplacé galanes de películas por novios de documental, y comencé a coleccionar historias de amores y decepciones reales.
Conviví con futuros padres de mis hijos.
Casi me casé.
Casi me deshidraté cuando el amor se terminó.
Ensayé la capacidad de recuperarme, de rearmarme y seguir.
Hice uso de las segundas oportunidades, me abracé a los nuevos intentos y, finalmente, mi pasado repleto de amores zigzagueó por esa curva del destino que convierte presencias en arrogante soledad y hasta ahí me llevó.

Los romances dejaron de ser una materia simple para convertirse en un tema complejo que se adueñaba de las sesiones de terapia y de los textos que yo misma escribía.
Hasta hoy.

Hoy que entiendo menos que antes, y que ni me rindo ni me sublevo.
Hoy que temo ser transigente y que los años me conviertan en una mujer que se conforme con una vulgar imitación del hombre de mi vida.

No quiero que me conquiste el hastío, ni que me gane la melancolía de las horas quietas.
Prefiero la dignidad de una soledad totalmente mía, antes que una lastimosa compañía.


En el largo camino del amor, fui siempre un turista a la espera de la mejor puesta de sol.
Y en el peor de los casos, "siempre nos me quedará Paris"