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domingo, 27 de marzo de 2011

Cuando llega ese día



Pude sentirme como un papel mojado o una pelusa inmóvil junto al rincón.
Un barrilete enredado en la antena de un edificio.
Una gota de lluvia que nunca llega a juntarse con el charco.

Pude plegarme en dos, arrugarme como una sábana que aloja más pesadillas que amables sueños, colgarme de una percha por un invierno completo.

Intenté amigarme con la soledad en varios encuentros de café y silencio.
Hice una tregua con los impulsos y los miedos.
Diseñé laberintos para perderME y tácticas (involuntarias) para perderTE.

Escribí las respuestas para las eternas dudas. Las devoré hasta convertirlas en mi propio credo hasta que me di cuenta que se debilitaba mi propio argumento.

Fue una mañana de esas en que el verano holgazán comenzó a arrastrar de su mano al otoño.
Cientos de pájaros treparon a mi cabeza para hacer nido en ese rincón de mi alma que andaba deshabitado.
Desde entonces convivo con una sensación olvidada.
Salgo a la calle con un nombre atrapado en mi lengua y paso largo rato ahuyentando las ganas de un grito que exija tu presencia.
Lo ahogo como ahogo las palabras que hilvano pero que no convierto en declaración de amor.
Declaración de amor....suena raro y cursi para esta vida de defectuosos intérpretes solitarios en los que nos convertimos.

Ya no quiero ser la heroína de mi inverosímil versión del amor.
Quiero llorar desde adentro por si te pierdo sin haberte tenido nunca.
Quiero escuchar canciones de amor que digan lo que probablemente nunca pronuncie tu boca.
Quiero sentirme miserablemente vulnerable con esta confesión que escribo.


Se volvió inevitable pensar que tu presencia puede transformar mis horas y hamacar mi corazón.
Que tus brazos pueden asfixiar los fantasmas del pasado y que tu voz puede ser la mejor canción que escuche.


¿Qué se hace cuando llega ese día en que uno se descubre llena de cosas para decir pero con ese temor conocido a que el mundo se convierta en calabaza, sin príncipe y sin él ?




jueves, 24 de marzo de 2011

Sube y baja




El sube y baja siempre fue mi juego preferido de la plaza aunque por mi condición de hija única haya sido del que menos pude disfrutar.
Siempre dependía de la suerte o del destino. Que hubiera una nena sola con ganas de compartir la otra punta del juego o un nene con ganas de abandonar la pelota por un rato para ser cómplice de la rubia de trenzas.

Curiosamente, siento que el amor es el sube y baja de mi vida.
No puedo disfrutarlo sola, porque no se eleva, ni genera ningún tipo de emoción.
Puedo sentarme a esperar, con los pies sobre la arena, sin saber en qué momento aparecerá el compañero apropiado para el juego.
Enviar guiños y señales a los que se entretienen en el arenero. Incluso, hasta puedo acercarme a saludar al más tímido de todos para que no se asombre ante mis mejillas coloradas de vergüenza.
Probablemente intente convencerlo: el sube y baja es divertido porque se juega de a dos y el que está arriba, apenas por un momentito, puede ver una imagen distinta del otro, ¿sabés?
Y cruzar los dedos sobre la espalda para que acepte.

Será cuestión de no perder la calma, de tener la constancia de la hormiga y la paciencia de la araña. De frecuentar la misma plaza cada día. De desaparecer una vez por semana para generarle intriga. Hasta que una tarde, cuando me acerque al arenero, él ya esté de pié, prolijamente ubicado junto a la esquina, dispuesto a comprobar mi fascinante teoría del sube y baja.

Sube él.
Bajo yo.
Subo yo.
Baja él.
Sube
y
baja.


Hasta que él , en pleno vaivén, quizás pregunte: ¿Y cuándo se logra el equilibrio en este juego?
Y se amontonen en mi lengua peligrosas respuestas.

Pensaré que el equilibrio llegará el día en que hayamos transformado nuestro pasado en experiencia y que nuestro equipaje interior pese exactamente lo mismo. Cuando logremos desprendernos de los miedos que cargamos como piedritas en los bolsillos y estemos dispuestos a mirarnos a los ojos.
Tal vez sospeche que tu paciencia pueda agotarse antes de tiempo, que pueda aburrirte el envión constante de tus talones, la escena repetida y el mismo paisaje de arena y viento.
Pero seré capaz de prometerte que voy a estrenar un nuevo vestido cada día. Que improvisaré peinados y sonrisas. Que hasta me animaré a cantar y a soltar mis brazos al cielo. Que te diré que soy feliz de haber elegido al mejor cómplice para ese juego.



- ¿Y cuándo se logra el equilibrio en este juego?

- La pregunta no es cuándo, sino cómo.











domingo, 20 de marzo de 2011

Hablemos de amor



Esta entrada tiene que ver con el amor.
Al fin de cuentas, todo tiene que ver que con el amor.


Me propongo hablar de amor como una manera de exorcizarme, de desprender el ancla que me tiene aferrada a esta idea de eterna soltería que fui forjando en los últimos cuatro años.
La rutina de una taza de café, una copa de vino y un solo cepillo de dientes puede ser divinamente perfecta...hasta que algo o alguien "nos pasa".
Puede ser un pensamiento repentino que se nos clava en la sien una tarde cualquiera. Una leve sensación de hartazgo que tiene su climax un sábado sin plan. Un nudo colgando como una corbata de angustia, sin razón aparente.

Puede ser también un otro que oficie de dardo y que nos inyecte una dosis de expectativa involuntaria. Que nos hinque los colmillos de la duda. Que desparrame todas nuestras certezas con sólo merodear por nuestra vida.

Probablemente el amor sea eso que no puede negarse. Eso que atraviesa el aire como un barrilete sin dueño y que un día, de pronto, aparece atado a nuestros talones dispuestos a llevarnos de excursión por ese paisaje al que prometimos no volver.
Si se trata de promesas, esa es una que no debí haber hecho.
Jurar que uno no vuelve a enamorarse es tan improbable como vivir a dieta.

Tarde o temprano llega el momento de destejer la propia trampa y permitir que ceda a nuestros pies como pequeños hilos que alguna vez nos sirvieron de guarida. Ese refugio improvisado en el que nos hospedamos mientras soldamos nuestros pedazos. Ese rincón tan lleno de ego y de autosuficiencia en el que creemos tener todo lo que necesitamos para ser felices.

Detrás de nuestro escondite la vida avanza a paso demasiado rápido. Tanto, que cada nueva cana me obliga a aflojarme el chaleco de la independencia e imaginarme cómo sería eso de compartir estos años que queden de gloriosa juventud.

El amor no es una subasta. No tengo donde ofertar por alguien que me quiera como pretendo, ni puedo (más por miedo que otra cosa) salir a pregonar que estoy dispuesta a negociar a cambio de un romance genuino.

¿Quién me creería si dijera que soy capaz de tolerar el mal humor matutino, los relatos de una mala jornada laboral, las humanas quejas y hasta los ronquidos con una enorme sonrisa?
¿Quién me creería si asegurara que soy capaz de volverme cursi, de aceptar una invitación a bailar en el living, de encender velas en la cena y escribir tarjetas de aniversario?


Probablemente ni yo lo crea, pero hay algo que últimamente me cuesta negar.

El amor podrá ser tan complejo como las personas que lo integran, pero también puede ser tan profundo como ellas. Podemos pasarnos la vida cosiéndonos una coraza al cuerpo, lustrando el acero que nos aleje del riesgo, levantando paredes que nos aparten del encuentro.Pero habrá momentos en que necesitemos que nos devuelvan la confianza perdida, que nos recompensen por la espera, que nos hamaquen hasta sentir el cielo un poco más cerca.

Y que el viaje dure lo que duren las ganas.

Desatemos la locura.
Hablemos de amor mirándonos el centro del alma.
Corramos el riesgo.
Elijamos morir de amor antes que de soledad.



¿Cómo fue que me pasó esto de volverme optimista nuevamente en el amor? pff....

miércoles, 9 de marzo de 2011

Luz, cámara y...la Riviera francesa


Si bien de chica me ocupé de demostrar que tenía condiciones para ser actríz, no pasé de ser Cisneros en los actos del 25 de mayo o una de las huerfanitas de Annie en una función escolar para recaudar fondos para el viaje de egresadas.

Mi mayor exposición frente a las cámaras fue en una mala película argentina que se llamó "Al filo de la ley", en la que hice de extra para la última escena, y en algún que otro video de casamiento en el que seguramente aparezco borracha y con el rimel corrido, enviando algún mensaje a favor del amor de los novios en esa época en que la gente acostumbraba a casarse.

Tal vez ustedes hayan soñado con ser famosos en alguna oportunidad.
Quizás imaginaron los flashes intermitentes de los paparazzis o una larga hilera de fans acosándolos para pedirles un autógrafo.

Esa fue la vida del desaparecido Jacques d´Azur, el Rey de Cannes...¡y hoy puede ser la tuya!

Jacques d´Azur fue un hombre atractivo, amante del buen vivir y exitoso en todo lo que emprendía. Fue un gran esquiador acuático, tenista, jugador de backgammon, productor, director y actor de cine. Conquistó la codiciada alfombra roja y todas las miradas femeninas de la Riviera francesa.
Con apenas quince años de edad, ya hablaba ocho idiomas y podía tocar cinco instrumentos.
Confirmó su gran talento al sacarle ventaja a Julio Verne y lograr dar la vuelta al mundo en apenas 79 días.
Su salto a la fama fue accidental. Fue incluido, sin intención, en el rodaje de una película que se filmaba en la pileta del hotel junto a la que él descansaba después de darse un chapuzón. Su papel fue tan trascendental que mereció la nominación como mejor actor de reparto por su papel "extra que descansa junto a la piscina".
Ya consagrado, y en pleno apogeo, se enamoró perdidamente de Eva, la única mujer a la que amó.
Jacques fue dado por muerto luego de que tomara contacto por última vez desde su yate para decir: "Me he cruzado con una isla no descubierta en la que, increíblemente, todas las mujeres que la habitan son hermosas". Nunca se lo volvió a ver.


Hoy vos podés ser Jacques d´Azur.
Hoy vos podés ser su amada Eva.



¿Cómo?

Audicionando con un video que se graba on line y que dura apenas 2 minutos y al que entrás por acá.
Lo único que necesitás es luquearte un poco y tener una pc con cámara y micrófono.
El video que recibe más votos se lleva al ganador al Festival de Cannes, alojado en el hotel Ritz de la Riviera francesa, con entradas a los eventos más exclusivos y con la posibilidad de protagonizar la vida de Jacques d´Azur. ¿Qué tal, eh?
Vamos, que los días corren y hay tiempo hasta el 31 de marzo!!!


Así que Jacques y Evas detrás del monitor tengan a bien ponerse el smoking y las pestañas postizas (según corresponda), y sentarse frente a la pc para hacer algo más productivo que leer este blog.

Y que sea: Luz, cámara....pasaporte, valijas y mucha Stella Artois servida en una limousine camino a Cannes.

Au revoir, mes amis!!



(debajo van unas imágenes para ayudarlos en la caracterización de los personajes)




EVA













JACQUES d´AZUR





Y un asiento vacío que te espera...