
Mi último novio, de los formales, hace ya cuatro años, fue Dieguito.
Lo conocí por medio del chat, método infalible en mi historial de conquistas.
La primera salida fue a un restaurant en Las Cañitas. Nos encontramos en una esquina, yo con mi vestido amuleto para esas ocasiones (no falla, cuando quieran se los presto, es el de la suerte), y él con una remera blanca y un jean.Atractivo, divertido, parlanchín, cero pose.Apenas lo vi me gustó, y cuando digo que me gustó no digo que me pareció lindo, sino que me produjo esa sensación de cuando dos piezas encajan.
La cena fue increíble, habíamos logrado una total empatía, con sonrisas de esas que dicen mucho y que nos obligaban a agachar la mirada presos de un amor repentino.La noche continuó en Volta, tomando un helado al aire libre, en una mesa ajena a las miradas de los otros, donde sólo existíamos nosotros dos.Casi terminando la noche, llegó el beso: mágico, perfecto, desbordado de emociones.Más perfecto fue el sexo, y otra vez la sensación de estar hechos a la medida del otro.
Desde ese día no nos separamos.
Al principio, nos veíamos 5 días de la semana.Después fue semana completa.
Cuatro días en mi casa, y tres en la de él, cuando la hermana no estaba.
Los papás de él vivían en Salta, y él y su hermana en Buenos Aires.
Después dejó de importarnos si ella estaba o no en la casa, y empezamos a quedarnos igual y todo venía genial inclusive con mi nueva cuñada, que me había adoptado como una gran amiga.
Pero un día,(siempre hay un maldito pero colándose en las historias felices), conocí a los padres, y ese fue el comienzo de un camino hacia el abismo.
Si bien él era judío, era muy abierto y a nosotros no nos importaba este detalle meramente religioso.Yo ya venía de otra relación similar y para mi era una cosa más, como ser pelirrojo o petiso.Para su familia no.La madre no me quiso desde el primer momento.Le molestaba que fuera católica y que encima le llevara cuatro años.Me lo hizo saber de todas las formas posibles, se ocupó de que escuchara sus palabras a viva voz cuando le decía a su hija: No quiero que te juntes con la novia "goy" de tu hermano.
A los siete meses de noviazgo, donde las únicas peleas que teníamos se generaban cuando los padres venían de Salta a verlo, porque lo presionaban tanto que finalmente volvía a dormir a su casa para darles el gusto, y yo, haciéndole escenas de inmaduro y "mamero", nos fuimos a Salta a visitarlos, y para mi asombro, se portaron tan bien conmigo que pensé que habían cambiado.
Error.La gente no cambia.
Al regreso de Salta, en la habitual convivencia con la hermanita, ella encontró la forma de comunicarme que se había cambiado de bando y que yo era un ser detestable por mi religión.
Cada vez que me quedaba en la casa y me preparaba un café, le gritaba a Dieguito :" Decile que va a tener que comprar un paquete" o cuando compartíamos la mesa a la hora de cenar, me ignoraba y le hablaba a Diego diciéndole: " ¿Hasta cuando vamos a tener que aguantar a esta "goy" en la casa?".
Harta de tanto maltrato, y de que todas las noches terminara escuchando las peleas entre Diego que me defendía y ella que gritaba, le dije que yo prefería quedarme en mi casa que seguir aguantando eso.
Así soportamos unos meses más, en el que de tanto desgaste fuimos espaciando los momentos en que nos veíamos.
Un buen día, yo que soy mandada a hacer para el sexto sentido femenino y que el juego de detective es lo mío, me metí en su computadora, en el historial de páginas visitadas y vi que había un portal de citas para judíos en el que estaba registrado.No fue nada difícil descubrir la clave, y ahí estaban los mails que se había enviado con una tal Marcela.
En esos mensajes, él se promocionaba como "soltero y sin compromiso" y arreglaban un encuentro, que al momento en que yo revisaba el historial, ya debía haberse producido.
Esa misma noche, mientras él se bañaba, sonó el teléfono de su casa y yo atendí.Del otro lado alguien escuchó mi voz y cortó, y a mi no me gustó nada.Sobre todo cuando Diego, desde la ducha me preguntó: "¿Quién era, gor?" Y al decirle que habían cortado me empezó a decir que hace un tiempo que eso pasaba porque el teléfono estaba pinchado, y que pin que pan...
Pensé que era demasiada explicación innecesaria, salvo que estuviera ocultando algo.Así que mientras seguía bañándose, revisé el identificador de llamadas y anoté el número desde el cual me habían cortado, después busqué su celular, busqué las llamadas recibidas, y Oh, milagro, el mismo número se repetía.
Eran las diez de la noche, le pegué un grito para avisarle que salía a comprar cigarrillos y huí hasta el kiosco de la vuelta que tenía cabinas telefónicas.Disqué, temblando y llena de furia, el número de la tilinga, y cuando una voz femenina atendió del otro lado dije:
Yo: Hola, que tal, mirá acabo de encontrar una billetera en la zona de Floresta, de un tal Diego XXX , y en el bolsillo interno tenía un papel con tu número, sin nombre ni nada, pero creí que tal vez lo conocías y le podrías avisar.
Ella (la tilinga en cuestión): Ay, si, si, lo conozco.No me digas, pobre.Le habrán robado o la habrá perdido.
Yo: Claro, y como están los documentos...¿Cómo es tu nombre?
Ella: Marcela, ¿El tuyo?
Yo: Natalia.Bueno,¿ le podrás avisar? Yo te dejo mi número para que él me llame así combinamos para que se la devuelva, ¿te parece?
Ella: Si, claro (anota mi número) . Ya mismo lo llamo.
Click.
Llena de una mezcla rara de angustia y orgullo por mi maniobra, corrí hasta la casa esperando encontrarlo hablando por teléfono.No me equivoqué.Ahí estaba, despidiéndose de Marcelita.
Cuando me acerco me dice:
D: Gordi no sabés, perdí la billetera (jamás fue capaz de fijarse si la tenía.Todo un idiota).Me acaban de avisar y me dieron el teléfono de la persona que la encontró acá por casa.
Yo: Ay, gordo, ¿Cómo no te diste cuenta?Suerte que la encontraron...llamá, llamá.
D (discando): Si, estoy llamando.
Suena mi celular y atiendo.Se escuchan nuestras voces en estéreo.
D: ¿Cómo? ¿Sos vos? No entiendo.¿Por qué me dieron tu celular?
Yo: ¿Quién te lo dio? Pensá,pensá... no te considero tan estúpido, o si... si consideraste que me iba a creer el temita del teléfono pinchado puede ser...
D: No es lo que vos pensás.
Yo: Mirá, a esta Marcelita le mandaste mails diciendo que estabas solterito y sin compromiso, así que salvo que yo haya estado drogada todo este tiempo, me suena a que me estuviste cagando, imbécil.
D: No, bueno, sólo fuimos a comer una noche, es que viste que con todo esto de mi vieja, de mi hermana, yo estoy confundido...
Yo: Vos estás confundido porque sos un pelotudo que no puede explicarle a su "idishe mame" que se enamoró de una mina que no es judía, pero en cambio preferís buscarte una de la cole, así no te deshereda.Sos un terrible boludo.
En plena discusión de pareja llegó la hermana, que se regocijaba entre tanta pelea, y que empezó a gritar ella también.Esta vez lo hizo en mi cara, mirándome a los ojos:
- Católica de mierda, ahí tenés, eso te pasa por no ser como nosotros.Sos una pobre católica cornuda.
Yo ni me inmuté, pero Diego, por el contrario, le saltó encima y la agarró del cuello, y tuve que meterme a separarla antes de que se pusiera completamente violeta.
Yo: Ahí tenés enfermita, si ésta cornuda no estaba con ganas de separar a tu hermano te estábamos velando mañana.
Ella:Ojalá te mueras.
Yo: Espero no darte el gusto.
Agarré mis cosas, y me fui.
Diego me llamó durante un mes seguido para pedirme perdón.
Algunas veces cayó en mi casa intentando una reconciliación.
Diego: Volvamos a probar..., si nos queremos.
Yo:No pasa por querernos, es que entre nosotros hay una irreconciliable diferencia.
Diego: Si, ya sé, la religión.
Yo: No Diego, que vos sos infiel y yo no.
No lo volví a ver.