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lunes, 27 de septiembre de 2010

Inauguro los 37



Afuera es primavera.
Adentro hay inviernos atorados y veranos de un oleaje corto que apenas supo salpicarme.

Tengo una lista, eternamente provisoria, de proyectos a cumplir.
Y otra lista, borroneada, de hombres a quienes amar.
Guardo una caja con cosas inútiles de las que no puedo desprenderme. En mi alma llevo otra en la que almaceno nombres que me cuesta extirpar.
En las plantas de mis pies alojo postales de ciudades recorridas. En las caderas los ritmos que alguna vez ensayé a escondidas.
En las espaldas cargo el pasado del que fui artífice mientras en la saliva disuelvo los tragos amargos que dejó.

Llena de recuerdos en sepia llegué hasta acá, a los treinta y siete renglones de la página de mi vida que todavía me resta escribir.

Sin festejo y sin torta, pero con un café al paso con las amigas del alma.
Con mucho para agradecer.
Con demasiado para planear.

Afuera es primavera.
Adentro también.



Quedan oficialmente inaugurados los 37.
Feliz cumpleaños a mi y gracias anticipadas a todos ustedes que me hacen feliz.




martes, 21 de septiembre de 2010

Confesiones de primavera


Cada primavera es una alarma que me advierte sobre la inminente llegada de mi cumpleaños.
En esta oportunidad, me dan ganas de desconectarla con la misma rabia que apago el despertador por la mañana mientras acomodo el cansancio en un rincón del cuerpo y trato de sonreirle al nuevo día.

A mis casi treinta y siete, siento como si un huracán me hubiera arrastrado el día en que cumplí treinta y me hubiera depositado en el hoy. Todo pasó demasiado rápido en el medio...
Los señuelos que el tiempo fue dejando se convirtieron en dos canas que decoro con hebillas y nuevas arrugas que maquillo con esmero mientras me acostumbro a esta nueva imagen de mí que me devuelve el espejo.

Esta soy hoy y no me parezco en nada a lo que creí que iba a ser.
Y eso me enoja, o me angustia de a ratos, porque no encuentro la curva que me sacó de mi rumbo y me obligó a timonear una canoa que naufragaba en la corriente. En medio del oleaje se fue el tiempo. Esquivando tempestades perdí pedacitos de vida que no vuelven.

Me acostumbré a la espera de algo que no llega. Se convirtió en un credo la rutina privada de emociones que agigantan el alma. Me habitué a la soledad que late los domingos y que se propaga por la semana. Adiestré mis manos para no pedir más de la cuenta y me propuse sobrevivir cada jornada.

Hoy tengo una pelea extraña con la vida que a los veinte no imaginaba.

Tal vez alcance con saber que algún hombre me amó hasta el llanto. Quizás duela reconocer que el hombre que la naturaleza obligaba a amarme no lo hiciera.
Tal vez alcance con saber que algún hombre imaginó una familia conmigo. Quizás duela un poco verme sin hijos.
Tal vez alcance con seis agotadores días de trabajo a la semana. Quizás fastidie la falta de descanso, el magro sueldo, la abstinencia obligada a todo aquello que no sea imprescindible.
Tal vez sea suficiente el hecho de estar viva. Quizás no me alcance con sólo respirar.

Hay veces, esporádicos instantes, en que recuerdo que alguien dijo que la plenitud llega a los cuarenta y me vuelvo a sentir, por un segundo, casi una adolescente. Es entonces cuando vuelvo a erguir la espalda, levanto la mirada al frente y me acomodo como al pasar el pelo. Dejo de arrastrar el paso y taconeo haciendo ruido de castañuelas por la vereda. Balanceo las caderas al ritmo de alguna canción que canto para mí y miro al mundo con la boca abierta, dispuesta a saborear la vida antes de que un nuevo huracán me deposite en la vejez sin previo aviso...




Feliz primavera para mis queridos bloggeramigos. Que florezca todo aquello que sembraron en el más frío de sus inviernos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Nueve pasos


Nueve pasos son los que separan mi cama del resto del monambiente.
Los mismos que separan la puerta del departamento del ascensor o los que me permiten alcanzar la parada del colectivo desde la entrada principal.
Es una distancia corta, mínima, que sólo puede acercarnos a lo que inmediatamente nos rodea.

Pero habrá alguien que podrá, con sólo nueve pasos, llegar a Londres.

Para mis amigos bebedores, les dejo esta información que espero sepan aprovechar por mí. Mi mal pulso y mi torpeza me impiden inscribirme en semejante desafío.


El World Draught Masters es una competencia única a nivel mundial realizada por Stella Artois buscando al mejor bartender.
Para dicha competencia se reúnen participantes de todo el mundo y compiten entre sí en el ritual de la servida, donde un jurado de notables califica los 9 pasos de la perfección.

Después de más de 600 años perfeccionando la receta para crear una cerveza única, Stella Artois se volvió mas exigente en la forma en que debe ser servida, debido a ello existe un Ritual que contempla 9 pasos para servir un chopp de manera perfecta.

El ganador del World Draught Masters se convierte en el embajador de Stella Artois en el mundo, recorriendo los distintos países explicando, capacitando y demostrando como servir una perfecta Stella Artois.

En el 2010 por primera vez un representante argentino participará en el World Draught Masters a nivel Mundial.
Para la activación del World Draught Masters en la Argentina Stella Artois capacitará en el Ritual de la Servida a todos los bartenders de los Bares donde se sirve actualmente el chopp de Stella Artois.
Asimismo la marca capacitará a los consumidores en el Ritual de 9 Pasos de la Servida con una actividad promocional en bares de Capital Federal, Mar del Plata, Córdoba y Rosario. La Final Nacional se realizará en el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) el dia 28 de Septiembre donde competirán por el título de World Draught Masters bartenders y consumidores.

El ganador de este evento participará en el World Draught Masters que se realizará en Londres en el famoso Old Billingsgate el día 28 de Octubre.

Para enterarte y participar del mundo del World Draught Masters se deberá ingresar a www.stellaartois.com

World Draught Masters 2010: Un ritual único para una cerveza única.




Y de paso, ¿me cuentan si son de tener rituales y manías de buen catador, o si son de los que destapan y toman del pico sin más?


Buen fin de semana para todos y un brindis con una Stella bien helada por la cercanía de la primavera y la finalización del detestable invierno.











jueves, 9 de septiembre de 2010

Ochentosa


Paso nueve horas al día, seis días a la semana, rodeada de objetos vintage.
El pasado se mezcla con el presente en los percheros y en las estanterías, y yo le doy play a un equipo de música ultramoderno en el que suenan melodías ochentosas.
Desde que tengo este trabajo vivo recordando, aunque no quiera, ese tiempo de adolescente con los sueños vírgenes y los proyectos en crudo, a la que le sobraban el tiempo y las ganas de imaginar el futuro.
Fue la época de los veraneos en la adorable Villa Gesell y el mate obligado al atardecer sobre los médanos, mientras curioseábamos al chico de turno que paseaba en un cuatriciclo alquilado.
La matiné con botitas Kickers y minifalda de jean. Las canciones de Banana para la tanda de lentos, y el inconfundible sonido de la batería de GIT que nos devolvía a la pista.
En los ochenta tenía costumbres que ya no tengo y que fui perdiendo tras las hojas del almanaque. Era religión "la rateada" del colegio y el intercambio de ropa para el "asalto" del sábado. Camisas semitransparentes o con chabot, pantalones palazzos, y el spray que fijaba los artesanales flequillos que lucíamos en la fila del boliche.
La Cindor con vainillas al regreso del club. Las adictivas Kesbun a la hora de mirar McGyver o Blanco y Negro. El mítico Pumper Nic, su Mobur y el hipopótamo violeta.

Y los amores.
Encuentros espontáneos y sentimientos sin vueltas: Me gustás, te gusto, probamos.
Sin mensajes de texto que no llegan, ni celulares apagados. El teléfono que sonaba era el de casa y le estirábamos el cable para poder hablar en privado ante la ausencia de inalámbricos.
Fue el furor de las cartitas de amor escritas en papel de carta y cerradas con autoadhesivos de Kitty o de los Little Twin Stars.
Las salidas en grupo: mi novio, mis amigas, los amigos de mi novio y ver si alguno se le "tiraba" a alguna amiga disponible. Y ahí brindábamos todos con Gancia batido y prolongábamos la diversión hasta la mañana, desayunando café con leche y medialunas en un bar de Caballito.

Los ochenta. La década de descubrir emociones y de amontonar recuerdos para sobrevivir al viejazo que algún día nos alcanzaría.
Dicen que todo tiempo pasado fue mejor y tal vez sea por eso, o porque se nos acabaron las ideas, que nos empecinamos en traer al hoy aquellas cosas que nos hicieron bien en aquél entonces.
Fue una época de magia, de disfrute. De amistades para toda la vida y códigos inquebrantables. De imágenes de una Polaroid que quedaron colgando de la retina con los colores intactos.
Sensaciones que volvemos a revivir con una canción de la época, con una remera John L. Cook que conservamos en el placard o con esa cajita de recuerdos en la que sobrevive un cospel de Entel para recordarnos que ese tiempo existió y que estuvimos ahí.

Por suerte, cuando me pinta el fanatismo ochentoso y quiero evocar los momentos de esa impunidad adolescente, puedo desenpolvar un viejo casette de grandes éxitos y zambullirme en un paquete de Kesbun.

¡Gracias a Dios alguien se acordó de devolvernos un poquito de los ochenta en forma de galletitas de queso!
Chapó para Kesbun.



Si tienen ganas de recordar los buenos y viejos tiempos, pueden darse una vuelta por una muy grata trivia Retro acá.