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lunes, 30 de noviembre de 2009

Insomnio


Hay noches como esta en que el tiempo se detiene y noviembre se hace eterno...
Es entonces cuando me arranco del pecho el ramillete de jazmines que cultivé en tu espera y afilo las tijeras para recortarte de ese espacio que dejé para vos.

Me concentro en esa rara sensación que me regala tu ausencia mientras pinto con crayones tu bendita presencia.
Doy vuelta las páginas de una novela de amor en busca de alguna receta infalible para solitarios corazones. Me impregno de letras ajenas, de finales felices que robo a escondidas y los hago míos al menos por un rato.

Te hablo sin que me oigas ni puedas responderme.
Te susurro desde ese lugar desconocido al que llamamos alma y tarareo canciones que viajen con el viento.
Me emborracho con la idea de enamorarme de vos. Sólo de vos. Y brindo en el aire por los dos.


Descubrí que por quererte estoy condenada a desvelarme cada madrugada y a tejer ilusiones que vuelvo a destejer cuando amanece. Que también soy capaz de borrar las huellas de los amores que no fueron para que cuando llegues me imagines sin pasado. Que puedo construir un puente que te acerque para que ya no tengas excusas para no verme.

Conservo intacta la esperanza y, por si venís, coloreo mis mejillas frente al espejo y adorno con flores mi pelo. Sacudo mis penas, plancho desengaños y remiendo los vestidos cargados de adioses. Tramo un lazo de resistentes hilos que te anude a mi cuerpo y una declaración de amor que fulmine tus dudas. Elijo la ropa que pienso que va a gustarte y me sonrojo al pensar que tal vez prefieras mi desnudez.


Sólo por si venís es que hago que valga la pena pasar las hojas del almanaque en medio de la monotonía de los días. Porque tal vez, cuando estés de pie frente a mi puerta, comprenda que cada segundo de este maldito insomnio valieron la pena.


miércoles, 25 de noviembre de 2009

Declaración de amor



Mi vida se vio alterada estos últimos días y sólo hay un culpable.

Duermo poco, me despierto sobresaltada por las noches y tengo que camuflar mis ojeras por la mañana. Tengo el pulso más acelerado que lo normal, me volví monotemática y no tengo tiempo disponible para otra cosa que no sea ÉL.
Ya no puedo concentrarme en un buen libro porque mi mente se dispersa, los gatos comen cuando tengo tiempo para alimentarlos y mis amigas me recuerdan a través de una foto que inmortaliza el último encuentro.

Él me absorbe y me demanda.
Si no estoy a su lado enloquece y se transforma en un pequeño ser desorientado que no sabe qué hacer ante mi ausencia. Me llama cien veces veces por día y a cualquier hora, y se enoja ferozmente si demoro en atender su llamada.
Ha llegado a privarme del almuerzo con tal de que permanezca sentada a su lado y me ha gritado como un chico encaprichado desde la puerta del baño para pedirme que salga.
Es incapaz de hacer algo sin mi ayuda (lo que incluye sugerirle la ropa por la mañana, el menú para el almuerzo y la dosis que debe tomar de su medicación ).

Cuando reclama mi presencia, su impaciencia es tal que me obliga a correr a su encuentro dejando un estela de humo blanco tras mis pasos como si fuera el mismísimo Correcaminos.
Estoy agotada. Su dependencia me asfixia.

Añoro esa media hora que dura un baño de inmersión y ese tiempito para pintarme y despintarme las uñas al ritmo de alguna canción.
Reclamo poder cocinar la carne que tirita en la soledad del freezer y de esas naranjas que esperan en vano que alguien las exprima.
Pido que el Mago de los Cucús le agregue un pájaro vago a mi reloj que le regale algunos minutitos de yapa a mi día como para fumar un cigarrillo descalza en el balcón, sin hacer nada.
Anhelo que Él pueda superar su Blondoadicción y me permita recuperar esa porción de mi vida que estoy viendo pasar por el costado.



Él, no es otro que mi jefe.
Él, ayer me dejo salir dos horas antes por un trámite personal, (después de acumular 4 horas extras por día...)
Él, me llamó mientras yo estaba haciendo mi trámite para decirme: " No puedo estar sin vos, estoy perdido, te necesito conmigo." (esto es literal)


Lo que a simple vista parece una declaración de amor no es más que una condena que se traduce a : nuncamastedejoirantes, olvidatedetomartevacacionesydetenerunavidafueradeestaoficina.


Definitivamente, hay amores que matan.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Todo gracias a que tengo un blog



El día en que decidí abrir un blog sentí que estaba frente a un montón de hojas en blanco en las que podía hacer catarsis. Omití pensar en que hubiera un par de ojos al otro lado del monitor dispuestos a leer lo que yo escribiera y me senté a "vomitar" presente y pasado sin camuflar defectos ni agigantar virtudes. Sin filtro.

Descubrí que cada letra que colgaba en este lugar me alivianaba, aunque el costo de sentirme más ligera fuera proporcional al grado de exposición al que me sometía.
Tener un blog era algo así como andar desnuda en mi propia casa hasta descubrir unos prismáticos apuntándome desde la casa de enfrente que me obligaban a esconderme detrás de la cortina.
Con el paso del tiempo, a mi casita virtual comenzaron a llegar visitas. Tomamos café, nos contamos anécdotas y compartimos experiencias que nos acercaban aún sin conocernos.
Ser blogger tenía una ventaja inusual, una yapa, un plus. Uno podía conocer nuevos amigos sin que importara que vivieran lejos o cerca, que fueran altos o bajos, adolescentes o entrados en años. La apariencia quedaba de lado y prevalecía lo que uno era y transmitía a través de un puñado de letras.

Así fue como a lo largo de este año y medio, y de las casi 600 entradas, coseché grandes (enormes) amigos y amigas, a los que tuve la suerte de conocer personalmente y darles un abrazo. Entre ellos, se encuentran dos amigas internacionales que pisaron suelo argentino la semana pasada, las queridas Lata y Krisna. Desde México y Chile llegaron dispuestas a que las llevara de paseo los días que estuvieran de visita. Fui turista en mi propia tierra durante una semana. Me agoté de tanto caminar por culpa de esos recorridos interminables que se me ocurrió diseñar para que aprovecharan el tiempo al máximo. San Telmo, Recoleta, Puerto Madero, Palermo y muchos museos, fueron testigos de nuestro encuentro blogger y de una amistad sin fronteras que seguirá a través de mails hasta que podamos volver a vernos.

Hoy, agradezco el día que decidí sentarme frente al monitor con la idea de contar parte de mi vida, porque, sin saberlo, estaba contribuyendo a que esa misma historia se llenara de nuevos personajes.

A todos los que tuve ( y tengo) la suerte de conocer: Gracias.

A todos los que están por llegar: Bienvenidos.

A vos: no tardes.

Kris, Mafalda y Lata, en San Telmo




domingo, 8 de noviembre de 2009

Piropos



En el piso de abajo vive un soltero de unos cuarenta años (que no me atrae ni un poquitito "así", aclaro).
En medio de mi crisis de los meses pasados, varias veces me lo crucé en el supermercado de la esquina mientras yo paseaba mi depresiva humanidad enfundada en calzas desteñidas y pelo recogido con mínimo esmero. Así y todo, cada vez que nos encontrábamos frente a la góndola de los productos de limpieza, me saludaba muy sonriente.

En una oportunidad, el encuentro se produjo en el sector de fiambrería:

- ¿Qué vas a cocinar hoy? - me preguntó rompiendo el hielo.

- Hmm - dudé- tenía pensado hacer una pizza pero la panadería de al lado debe estar cerrando y no voy a llegar a comprar la masa. Supongo que tendré que improvisar algo con el queso.

Se rió y fue hacia la caja para pagar sus compras. A los dos minutos, mientras yo hacía la fila para abonar lo mío, lo vi entrar, agitado:

- Apurate - me dijo -, le dije a la panadera que te espere y que te vaya envolviendo una prepizza.


Me sorprendió tanta amabilidad, pero supuse que era normal entre buenos vecinos.


El jueves amanecí con un excesivo buen humor. No sé si por causa de ese veranito anticipado o porque de a ratos la felicidad se convierte en mi mejor amiga pero tuve ganas de arreglarme un poco más que lo usual. Pelo extremadamente lacio, ropa clara y una sonrisa indeleble. Así salí.
Al abrir la puerta de calle me encontré con mi vecino que, sorprendido de verme fuera del atuendo de jogging y remera tres talles más grandes, exclamó:

- Uopa, uopa...¡pero qué mona!

Dije un tímido gracias frente a la curiosidad de Elvira, la portera, que con un ojo vigilaba el balde y con el otro registraba la escena.

Mi vecino dio dos pasos y volvió:

- En serio - pausa- que estás muy linda.


Caminé a la estación pensando en lo bien que nos hacen los elogios. Esa pequeña palabrita que puede modificarnos el ánimo, acariciar nuestra autoestima, recordarnos que el esfuerzo - mucho o poco - valió la pena.
En mi caso, el esfuerzo significó atravesar nueve meses de abandono, de desinterés total hacia ese mundo que latía del otro lado de mis paredes llenas de angustia y desilusión.

El pequeño piropo matutino fue una bienvenida a ese lugar del que me había alejado. Fue volver a conectarme con mi parte perdida, aquella que todavía puede conquistar un halago e irradiar un poquito de esa luz que sigue encendida en mi interior.

Aún cuando todo parezca estar en la más negra oscuridad.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Entre pinzas y ruleros



Hace poco conté que además de mi trabajo de lunes a viernes (con el que estoy completamente feliz), había conseguido uno para los fines de semana como encargada de una peluquería. Si bien no me apasionaba la idea (¿a quién podría apasionarle estar detrás de la caja cobrando brushings y tinturas?), me servía para hacer unos pesos extras.

Así que dediqué cinco horas de un martes a la "capacitación" en la que la encargada de turno me mostró donde se guardaba el shampoo, me explicó los atributos de las distintas ampollas capilares y me presentó al personal.

El sábado siguiente, a las 9 de la mañana y bajo un sol enorme, me ubiqué en mi nuevo puesto de trabajo.
En las doce horas de jornada (sí, doce), vi pasar todo tipo de especímenes por el salón y presencié los siguientes diálogos:


peluquera1: ¿Se va a lavar, señora?

señora de barrio, desaliñada: No, ya me lo lavé el lunes.



depiladora: ¿Qué te vas a hacer?

hombre de unos 30 años (metrosexual): Depilación completa.



Me pasé el día contemplando la escena de una interminable película clase B. Hombres que pedían servicio de manicuría, la quinceañera reclamando que le echaran spray con brillitos por todo el pelo, las tres amigas que cayeron a último momento para que les plancharan el pelo antes de irse a bailar a la matineé.

Entre medio, serví café a los que esperaban para ser atendidos, barrí pelos de todos los colores para que no se amontonaran a los pies de la gente, cobré, tomé turnos, expliqué las bondades de un shampoo carísimo y comí un sandwich sentada en la escalera en los cinco minutos que tuve disponibles.

Al llegar la noche, mientras agarraba mis cosas para irme a casa, dormir y volver al día siguiente, reclamé la plata de la jornada.


- Ah, esperá que consulto con la dueña- me respondió la encargada "oficial" mientras la llamaba por el handy.

Pero la dueña quiso hablar conmigo.

dueña: Mirá, esta jornada de hoy era de capacitación, así que no corresponde que te pague nada.

blonda: ¿¿¿ Queeeeeé???

dueña: Recién el fin de semana que viene vas a tener el conocimiento general del negocio como para que deba hacerse efectivo el pago.

blonda: Ajá, ¿vos me querés decir que las cinco horas del martes, más las doce de hoy, son una contribución que yo debo hacer para la fundación de ruleros que vos manejás?

dueña: No, no, creo que es lo justo.

blonda: Mirá, querida, acá lo único justo es que al trabajador se le pague por su trabajo. Creo que teniendo tres peluquerías deberías saberlo bien. Además, hablamos miles de veces por teléfono para acordar el pago, así que, en todo caso, bien podrías haberme dicho que debía regalarte un sábado de sol y yo tenía la opción de decidir si aceptar o no.

dueña: Bueno, si querés te pago la mitad.

blonda: ¿Por qué debería aceptar que me pagues la mitad si yo trabajé un día entero?

dueña: ...

blonda: Hagamos una cosa, pagame lo que me corresponde o andá llamando a la policía para que me saquen de este "sucucho"por la fuerza.


A los cinco minutos, la encargada me estaba pagando lo que me correspondía más la comisión por haber vendido dos productos para cabellos teñidos.

La encargada me abrió la puerta, me sonrió y me dijo: Hasta mañana.


Pero jamás volví.