Llegué a la oficina y me tiré de cabeza en la reunión, a la que estaba llegando tarde.Cuando empecé a escuchar las mismas pavadas de siempre empecé a preguntarme para que había corrido al tren en la estación, y me había codeado como loca para subir al subte con el propósito de llegar a horario.
Pasadas las doce y media terminó, y fui sigilosa a mi escritorio. De pasada me crucé con Ramiro y nos saludamos normalmente.
La situación se mostraba rara desde un primer momento.Había miradas frecuentes, preguntas sólo por decir algo, festejos desmedidos de mis chistes... Ramiro tenía un comportamiento particularmente extraño.
Por mi parte, eso me daba seguridad, así que hacía de cuenta que él no existía.
Lo más particular sucedió cuando bajé a fumar, sola, y me encontré con que en la puerta había un grupo de cinco o seis fumando antes que yo.Entre ellos Ramiro. Me incorporé a la ronda, justo frente a él. Supongo que por algún motivo habrá querido acercarse, como para buscar un espacio para poder hablar, no lo se, la realidad es que de pronto lo vi alejarse de la ronda y caminar unos metros por la vereda.Lo seguí con la mirada esperando ver como se encontraba con alguien o viéndolo enfilar hacia el kiosco, o haciendo concretamente algo...pero no. Hizo dos metros, y regresó hacia donde estábamos, con la diferencia de que en lugar de volver a su lugar, vino al lado mío y mientras improvisaba un mimo en mi antebrazo, me preguntaba sobre mis ventas, sobre Lost, sobre el fin de semana, sobre cualquier cosa, con tal de hablar.
Juro que por dentro me reí.La imagen de él tratando de acercarse haciéndose el espontáneo me parecía sumamente simpática.
Terminé mi cigarrillo, y subí, sin darle ninguna explicación.
Cuando yo estaba enfrascada en mi monitor y en un listado interminable que debía analizar, lo vi que volvía a su escritorio.
Con mi amiga Silvia, que se sienta en diagonal, empezamos un diálogo que varió por diversos temas, y a los que él acotaba sin haber sido invitado a la conversación.Ni Silvia ni yo le dábamos intervención en el asunto, hasta que se cansó.
Un rato después, supongo que descontento con la falta de atención, asumió el papel de niño caprichoso, y empezó a refutar cada cosa que yo decía.
La gota que rebalzó el vaso fue cuando me negué a que pusieran música de Arjona.Escudado en sonrisitas lo escuché decirme:
- Uh, Arjona tampoco te gusta. Estás restando puntos.Al final te voy a sacar la etiqueta de preferida.
No me pude callar y le respondí:
- ¿Tenés algún problemita más conmigo?
- No, no te lo tomes así, es un chiste - contestó, guiñándome un ojo
- Menos mal, es lo único que te falta decirme - respondí sin mirarlo
Si su intención era que le prestara atención, a su modo lo había logrado.
0 Blondas y algunos rubios no se callaron:
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