
Si estoy despierta no es de milagro, sino porque con la borrachera de anoche (de hace un rato sería más apropiado decir), me olvidé de apagar el celular y a las 9.45 hs comenzó a sonar el ring tone a todo volumen.No llegué a atender, y Liliana, la mujer de mi papá se vio obligada a dejar mensaje en el contestador (mensaje que no podré levantar por el momento porque anoche me quedé sin crédito).
Así que a aproveché para entrar a postear algo, y de paso borrar las fotos que había subido al post anterior.Sólo en estado de ebriedad hubiera develado mi identidad con semejantes primeros planos...
A la fiesta estaban invitadas unas 70 personas.De las 70, a unos 30 más o menos sólo conozco de cara y no me sé los nombres (son los últimos que ingresaron a la empresa). Entre los 40 restantes se incluyen los que considero más que compañeros, mis jefes, y por supuesto Ramiro.
Acá, hago una pausa para relatar un acontecimiento para nada menor que se produjo el martes. Yo lo llamé a su celular para pedirle que me trajera la boa de plumas que le presté hace más de un mes a la hermana y que aún no me devolvió, porque me la quería poner para mi fiesta.Me dijo que me escuchaba mal, y que lo llamara en 5 minutos a la casa.Así hice, y ahí estaba "ella" atendiendo mi llamado.
- "Hola, ¿Puedo hablar con Ramiro?" - Dije con el tono más cordial del mundo, lo juro.
- Te paso - respondió, sin saber quien era yo
Y ahí escuché como, mientras le cedía el tubo a Ramiro, repetía mi pregunta en tono de burla.
Por supuesto que cuando él me atendió no le dije nada, para evitar que tuviera que darme algún tipo de explicación delante de ella, y que ella descubriera que yo la había escuchado y que encima me había molestado.
Ese detalle se me quedó atravesado, y automáticamente lo convertí en un sentimiento de bronca contra Ramiro, como si el que se hubiera burlado hubiera sido él.
A partir de ahí, seguí juntando enojo cuando durante los días siguientes no fue capaz de traerme la boa, y hasta ayer mismo tuve que llamarlo para decirle que me la llevara directamente a la fiesta. Claro que yo no estaba teniendo en cuenta una cena familiar que se ocupó de avisarme que tenía. Prometió escaparse y venir un rato, tarde, a darme un beso, pero como no es Coperfield parece que el truco del escapismo le salió mal y jamás llegó a la fiesta.
Ni él, ni varios de los que creí que eran amigos y no compañeros, así que tengo algunos nombres más para pasar a la lista de aquellos con quienes no puedo contar.
Terminamos siendo 20, con sombreros y pelucas, bailando descontrolados.
Cada uno de los invitados trajo un vino y dos cervezas, y a las 3 de la mañana no quedaba más que media Coca Cola que yo había comprado "por si acaso".
Leandro estaba muy raro.Cuando digo muy, es muy.
Contrario a sus costumbres, esta vez no bailó.
Carla se ocupó de decirme en la cocina, que habían discutido adelante de todos ( menos de mi), y que él le había dicho que no quería verla más, y que le tenía "los huevos rotos".
Ella, con su mejor sonrisa, se preocupó por arengar a los invitados a las 12 en punto para que entonaran el Feliz Cumpleaños, mientras Dani venía desde la cocina con la torta en la mano y la velita encendida.
Hubo algunos que me sorprendieron:
Dani fue uno.Llamándome durante todo el día para saber si necesitaba algo para la fiesta, comprando un cable para conectar el equipo y las luces, yendo y viniendo a la casa en plena fiesta a buscar más música.
Jime fue otra.Me prestó el lugar, me regaló un champagne, y subió y bajó de su departamento unas doce veces, llevando y trayendo cosas .
Silvi fue otra.No tenía con quien dejar a su hijo así que lo trajo y fue él quien estiró su manito apenas llegó para entregarme el regalo que me había comprado con su mamá.Además, trajeron miles de sombreros increíbles por si alguien se los olvidaba. Me encanta cuando la gente tiene esas actitudes espontáneamente.
Jorgelina, que no va nunca a ninguna reunión, también vino.
Sí, vino.También cerveza, New age y champagne, que me hicieron bailar toda la noche, y olvidarme de que me habían fallado la mitad de los invitados.
Que me hicieron olvidar también de que a los 35 años una no debería andar emborrachándose por ahí.
Así que llegué a mi casa agarrándome de las paredes para no caerme, y como pude me senté frente a la compu.
Siguieron las sorpresas:
* Un mail de mi primo de Costa Rica que jamás se acordó de mi cumpleaños, hasta hoy.
* Un mail de mi jefe deseándome muchas felicidades.
* Un mail de una lectora muy fiel.
* Algunos comments de algunos de ustedes que se acordaron de saludarme temprano.
* Un mensaje de Renata, mi amiga del alma, en la pantalla de mi celular.
* Unas palabritas de "alguien" que titilaban en el monitor de mi pc.
* Un libro de Lovecraft que mi mamá me había dejado de sorpresa al lado del teclado.
Y así, borrachita, feliz y apenas más vieja, me fui a dormir.