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miércoles, 18 de junio de 2008

Vuelvo enseguida



A veces me pregunto si realmente el problema es mío, y elijo mal la gente de quien me enamoro.

Mi terapeuta considera que el punto no radica exáctamente en eso, sino que el vínculo que establezco es el equivocado.
Por ejemplo, la mayoría de mi "ex" (ex novio, ex pareja transitoria, ex amigovio, ex noche casual) terminan estando presente en mi vida como buenos amigos.
La excusa que utiliza la mayoría de ellos para dejarme , es generalemente la misma, tal vez con alguna que otra variación, pero que a mis oídos suena de la misma forma.

He aquí el argumento:

"Vos sos una mina que vale demasiado, que necesita un tipo como la gente a su lado, y yo no creo ser el que vos necesitás."

"Vos sos una gran persona, y yo no puedo darte lo que te merecés"

"Sos una mujer increíble, que cualquiera elegiría para casarse, pero yo estoy un escalón más abajo"

Misma idea, diferentes palabras.
Y algo que es notorio: todos creen saber lo que yo necesito, aunque no me lo pregunten.
Por lo general, lo único que yo necesito es a ellos, pero parece que esa variable no cuenta.

Soy la gran mina, que de tan "gran" se queda sola. O lo que es peor, se transforma en esa persona que ninguno quiere dejar de tener cerca, otorgándome el consuelo de ser su amiga y escuchar sus confesiones a cualquier hora, y por supuesto, sus nuevos amoríos.
Por consiguiente, desemboco en un tibio razonamiento, que indica que hay algo que digo o hago durante una relación, que me ubica en ese lugar especial, pero no único.


Harta de pensar al respecto,y con la esperanza de que algo cambie en mi vida, salgo de la oficina para llevarle los chocolates a Norman.
No le digo que voy,quiero que sea sorpresa.
Camino las tres cuadras que separan mi oficina de la suya.
En la recepción me preguntan a donde me dirijo.Respondo que necesito dejarle algo a una persona y me indican que vaya al 4to piso donde se encuentra "correo interno".
Allá subo, con mi pequeña cajita envuelta en papel dorado.
Me dicen que la última entrega de correspondencia interna ya terminó.Que deberán entregar el paquete mañana a primera hora.
Pido por favor, ruego, imploro, que se lo alcancen ese mismo día, como si mi regalo contuviera una dosis de insulina.
Finalmente el hombre que está detrás del mostrador accede, y me dice que lo hará por excepción.

Salgo del edificio, y le envío un mensaje.

- Hola. Te mandé un regalo por correo interno.Espero que te guste.

Al rato, su respuesta.

- Hola.¡Gracias! Pero no fui a trabajar porque hoy rindo una materia, así que lo veré mañana a la mañana.

- Ok -respondo

Pienso que el hombre del 4to piso tenía razón, que el momento de entregarlo debería haber sido al día siguiente.
Lo que acaba de pasarme, siento que es la frutilla del postre para mi día.La frutilla envenenada,claro.

Me siento igual que en esos días en que me surge una cita importante, y descubro que no tengo nada lindo para ponerme, y corro a último momento, antes de que los negocios cierren, intentando buscar algo que me guste. Miro cada vidriera, y cuando encuentro aquello especial que va a hacerme sentir la más linda de la noche, un cartelito se despliega sobre la puerta del negocio con dos hirientes palabras: "vuelvo enseguida", y aunque me quede en la puerta hasta echar raíces, la vendedora nunca regresa, y el resto de los negocios cierra.

Y ahí, el sueño de la Cenicienta vestida para el baile, termina.


0 Blondas y algunos rubios no se callaron: