Betito clavó un clavito

Toca timbre.

Abro y lo veo con la ropa del gym y un aire de desprolijidad ocasionada por la hora de deporte que me encanta.

Me escucho hablar y me siento un poco tonta, como si dijera cosas sin sentido e hiciera malos chistes que él festeja, supongo que por caballerosidad.

Mira el depto.

Dice que está muy bueno, y que le gusta mucho el color naranja que elegí para el living.

Abre la puerta del baño, y mira.

Entra al cuarto.Le encanta.
Hace un comentario sobre la combinación del rojo y blanco porque es de boca.Descubro su primer defecto.

Le muestro el cuadro de Marylin que es más grande que yo y que es el que quiero colgar.

Toma el taladro, y se sube sobre mi cama, después de quitarse las zapatillas.

Cuando va a agujerear la pared se da cuenta de que no lo enchufamos.

Nos reímos.

Taladra una, dos y tres veces. Lo cuelga, con minuciosa precisión.

Cuando veo a Marylin colgando en la pared me doy cuenta de que es la mejor compra que hice.

Abusando de su presencia en mi casa, le pregunto si le molestaría colgarme un perchero.

Parece que no tiene problema, porque enseguida me pregunta a que altura lo quiero.

Mientras agujerea la pared, me cuenta cosas de él.

Tiene un hermano que vive en San Luis, él trabaja hace cuatro años en Telecom, se acaba de comprar el auto y está buscando una cochera por la zona porque hasta el momento están todas ocupadas, etc, etc.

Es lindo, realmente lindo, sobre todo cuando sonríe.

De los nervios que tengo, y para no ser presa de silencios incómodos, apenas termina de colgar el perchero le digo:

- Bueno, no te jodo más.Andá que es tarde y seguro que estás muerto de hambre.

Me mira un poco desconcertado mientras yo me dirijo hacia la puerta.

Le agradezco, lo saludo y abro para que se vaya.

Cuando cierro, me pregunto en que momento de la vida me habré vuelto tan idiota.