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jueves, 12 de junio de 2008

Feliz día, papito


En medio del silencio reinante,decido preguntarle si vamos a comer algo por ahí.
Asiente con la cabeza.
Nos abrigamos y salimos,por el camino de siempre, y al único lugar que abre los domingos por la noche en Ushuaia.
En el recorrido, me habla para pedirme un cigarrillo.
Me da tanta pena que hasta se lo prendo.
Y sonríe.

LLegamos al restaurant. Es uno que hace exclusivamente pastas caseras,muy ricas.
Me dice que pida por él,porque ya se de memoria lo que come.
Pido ravioles de pollo y verdura al fileto para él y sorrentinos de jamón y muzzarella para mí.
Y vino tinto.
Cuando el camarero lo trae, improviso un brindis.

- Porque tenés la suerte de tener un hijo - digo mientras levanto mi copa.

- Gracias, es verdad - dice.

Es la segunda vez que lo veo sonreir en el día.
Parece que el brindis fue como clave, y marca un antes y un después en la noche.
Me cuenta lo que habló con su hijo por teléfono,las cuatro veces en que lo llamó.Debatimos sobre si está bien o no dejar a un hijo por el solo hecho de hacer un mango de diferencia.
Le digo que por mucho o por poco, los hijos siempre reclamamos algo (y me incluyo). Que lo importante es actuar con convicción, sin miedo a arrepentirse de las decisiones.
Me escucha como si escuchara la lectura de "El Talmud". Y eso que no tengo hijos, pienso.
Al final, nos tomamos todo el vino, y dejamos comida en el plato.
Dan ganas de tomar vino con el frío.
Leandro quiere pedir postre.
Yo pienso que si sigo comiendo chivitos, pastas, chocolates y postres, voy a pagar exceso de equipaje a la vuelta.
Igual pedimos dos almendrados.
Nos reímos,menos que cuando estábamos con Sandro, pero nos reímos.
Me gustaría tener un disfraz de bufón, y que se ría toda la noche.Que se olvide que es el día del padre y que su hijo está lejos.Quiero ahuyentarle las penas, al menos por esa noche.
La verdad, es que no se como hacerlo.

Pedimos la cuenta.
Volvemos fumando un cigarrillo.

Entonces nieva, y todo cambia.
Cambia el paisaje, cambia nuestra risa,cambia algo en nosotros, y somos dos niños con la cara en alza para que los copos nos peguen en los párpados.
Improvisamos fotos con el celular,hasta que la nieve cesa y somos otra vez los de antes, pero emocionados.

Llegamos al Apart.
Habitación 102.
Leandro en su cama de una plaza.

Yo en una cama matrimonial, que hoy parece más grande que nunca.

0 Blondas y algunos rubios no se callaron: