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miércoles, 18 de junio de 2008

El peso de un ladrillo



Al final, le terminé vendiendo mi pequeño departamento en Nuñez a Daniel.
Vino a verlo y lo señó.
Los dos pedimos un crédito hipotecario por la diferencia.
Ahora tengo el apuro por conseguir un departamento lindo, así que salgo sábado y domingo con el diario bajo el brazo.
Entro y salgo de departamentos horribles, oscuros, pequeños, mal ubicados,hasta que me enamoro de uno, como cuando me enamoré de Norman.

No es muy grande, pero es a estrenar, y tiene un lindo jardín donde fantaseo con poner una parrilla e invitar a amigos a comer asadito los domingos.
Lo reservo , hago una contra oferta porque se excede un poco de mi presupuesto y me dicen que el lunes me contestan.

Me paso todo el fin de semana decorando mentalmente cada rincón de mi futura casa.
La llamo a Renata para contarle, y ella también me sugiere ideas.
Me siento feliz.

El lunes me llaman de la Inmobiliaria para decirme que no prosperó la reserva, y que no solo el dueño no acepta mi oferta, sino que ahora quiere diez mil dólares más o no lo vende.
LLoro, me enojo, insulto. Exijo que respeten el precio publicado al menos.
Nada, se niegan a venderlo.
El martes paso por la inmobiliaria a retirar la seña.
Cuando salgo, siento el peso de un ladrillo gigante sobre mi pecho.
La angustia, claro.

0 Blondas y algunos rubios no se callaron: