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El martes,antes de ir al trabajo lo veo conectado y lo saludo.

Lo primero que me cuenta, es que el próximo fin de semana no tiene que cuidar a las nenas.

Pienso que seguramente va a aprovechar para verme.

La ilusión me dura poco, porque cuando termino de pensarlo, Jona me dice que se va con el primo a San Bernardo a surfear.

Lo noto arisco y se lo digo.

Dice que es por el cansancio.

Me dice que tiene mucho trabajo y que se tiene que desconectar.

Quedamos en hablar a la noche.

*****

Cuando llego a casa no lo veo conectado.

La llamo a Renata y le digo que hay algo que me huele mal, que tengo una sensación extraña, como intuyendo que no está todo bien.

Renata dice que estoy loca y que me presunción es apresurada.

Mientras estoy con ella en el teléfono, abro la casilla de Hotmail, lo que no hago habitualmente.

Ahí está el mail, riéndose de mi desde la bandeja de entrada.

En el asunto tiene una carita triste, y por un segundo, antes de leer el primer renglón del contenido, pienso que va a decirme que murió algún familiar y que le robaron su celular y por eso me manda un mail.

Nada de eso.

El mail empieza diciendo que quiere ser sincero conmigo, y continúa diciendo que las mariposas en el estómago desaparecieron, y que por más voluntad que ponga por hacer que lo nuestro funcione, sabe que no va a durar.

Incluye una serie de disculpas, agrega que yo no hice nada malo, y que le hubiera gustado que lo nuestro fuera la historia de amor que él había soñado.

Se despide con un beso, aunque agrega entre paréntesis que tal vez a esa altura a mi ya no me importe.

Lloro.Renata me escucha y trata de consolarme.

No solo lloro sino que grito y pataleo.

No lloro por perderlo a él, ni porque realmente yo sienta que él es el indicado.

Lloro porque una vez más estoy de esta vereda, en la vereda de las "sin ilusión", sentada en el cordón de las dejadas, o caminando a contramano de las parejas que van felices de la mano por la calle arbolada.