Los días siguientes son cada vez más agotadores.Los clientes surgen de abajo de las baldosas hasta el punto de sentirnos desbordados de trabajo.Dormimos un promedio de cuatro horas y media, por lo que llegamos al Viernes con unas tremendas ojeras negras.
Casi no salimos a cenar, para no perder tiempo, así que me la paso inventando recetas para agasajar a mis compañeros de alguna forma.La convivencia se hace cada vez mejor y va fortificando el lazo de amistad que teníamos en Buenos Aires.Ya no tienen problema en andar en toalla por la habitación, ni en eructar en la mesa.Yo, lejos de horrorizarme,me muero de risa.Creo que el trabajo se aliviana por la cantidad de veces que nos reímos al día.
Al final del día Viernes, el Gerente nos recibe con una picada.Es la primera vez que podemos estar con los integrantes de la sucursal con tiempo como para conocerles las voces.Son uno más simpático que el otro.Cuentas sus vidas,como llegaron a radicarse tan al sur, y como no terminan de acostumbrarse al frío.
La reunión se extiende por dos horas, y nos vamos satisfechos por estar descubriendo un lado más interesante del trabajo: la gente.
Cenamos algo en el apart, y nos acostamos temprano.
Necesitamos dormir, y además el Sábado promete ser un día muy movido.
0 Blondas y algunos rubios no se callaron:
Publicar un comentario