A las siete y media me golpea la puerta Lean para confirmar si ya estoy levantada. Le contesto que si, pero sin abrirle porque no quiero que me vea en pijama.
En el apart tengo todo los elementos de cocina como para poder hacerme desde un té hasta una paella.Así que me preparo un café con leche con tostadas,mientras veo el noticiero local que informa que la sensación térmica es de dos grados bajo cero.Me baño, me cambio y cruzo a la habitación de los chicos.Están a medio cambiarse, pero no les preocupa mi presencia.Pienso que el hecho de estar ahí conviviendo habilita a que pasen esas cosas y que se tomen con total naturalidad. Ellos no desayunaron todavía, así que les preparo mate con tostadas.Se alegran por mi buen gesto. Lean me pregunta que corbata ponerse y Sandro si considero que está lo suficientemente abrigado.Organizo sendas vestimentas y partimos.
El frío al abrir la puerta de calle termina de despertarnos. En esa época del año, en Ushuaia, el sol pasa por detrás de las montañas que rodean la isla y nunca brilla plenamente en la ciudad, por lo cual los días son más fríos que lo normal.No hay sol,en todo el invierno, solo se percibe su reflejo como para que uno sepa que es de día.
Caminamos hasta la sucursal donde nos reciben todos con muchísima cordialidad.
Tenemos una breve charla con el gerente para explicarle nuestra modalidad de trabajo y enseguida nos organizamos para empezar nuestro primer día de trabajo.
Armamos nuestros maletines, llamamos al chofer que nos contrató la empresa para que podamos realizar el recorrido diario de entrevistas y salimos.
El chofer, Pipa, es un tipo de unos cuarenta y cinco años, divorciado y con tres hijos.Desde que nos saluda ya nos cae bien.Habla pausado y con ternura, como si realmente fuera un buen tipo, de esos que uno no se cruza muy seguido por la vida.
Nos lleva por toda la ciudad, de empresa en empresa mientras que nos oficia de guía turística.
Realmente Ushuaia desborda belleza.
El trabajo es cuatro veces más que en Buenos Aires. En cada empresa que vamos contactamos un promedio de cinco nuevos clientes, lo que significa que deberemos armar cada uno de esos legajos,lo que insume mucho tiempo.
Nuestro recorrido termina a las 19.30 hs. Estamos agotados de tanto hablar con la gente y explicar siempre lo mismo.Pipa nos deja en la sucursal donde les contamos al resto como fue nuestro primer día. Una hora después nos vamos al apart, previa parada en el supermercado para proveernos de comida y bebida.
Esa noche cocino vacío al horno con papas para los tres.Sandro y Lean aplauden por lo rico que me salió.Abrimos un vino y brindamos, por las ventas, por el primer día y porque además de trabajar la pasamos más que bien.
Nos quedamos hasta las tres y media de la mañana armando legajos.Se nos cierran los ojos del sueño, pero seguimos hasta terminar.Dividimos lo vendido en partes iguales,como un buen equipo.
Finalmente,nos vamos a dormir.
Recién termina el primer día y estamos agotados...
Y todavía nos restan dos semanas.
0 Blondas y algunos rubios no se callaron:
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